Quizás sea solo impresión mía, quizás es que tenga que levantar más a menudo la vista del móvil. Pero por lo que sea, desde el verano estoy leyendo y escuchando unas cuantas noticias sobre la bondad de los repartos de paquetería con drones. La prensa está lleno de anuncios de este tipo. En este blog nos hicimos eco de la celebración de los 100.000 repartos de café y snacks de la empresa Wing en Australia. Pero basta con introducir términos adecuados en Google News, y veréis que hay noticias sobre el tema a diario.
La siguiente foto a mí me hizo contener el aliento. En ella, se pueden contemplar varias empresas de drones de reparto de comida rápida en Israel. ¡Anda que no habrá habido veces que me hayan preguntado sobre algo así!
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La semana pasada, vimos hasta un helicóptero sacado de una novela de Asimov realizando su primer envío de manera autónoma.
Pero no es oro todo lo que reluce. Al mismo tiempo que hay este desfile de anuncios comerciales, Wired habla en uno de sus artículos del lento declive de los drones de Amazon. Lo que en su momento fue la promesa estrella de la empresa de Jeff Bezos, ahora tiene que ver cómo despide a los empleados de este departamento, mientras que la empresa da evasivas. Y tal y como explica el artículo, el problema no es de legislación. Es de viabilidad de negocio.
A pesar de los anuncios comerciales, los estudios científicos del tema, siguen diciendo lo mismo, y coincide con mi visión:
la viabilidad técnica del reparto de mercancías con drones es alcanzable, pero claramente sigue siendo más caro que hacer reparto de mercancía en furgoneta o en bicicleta.
Algunos enlaces interesantes que lo explican más en profundidad son éste o éste otro, que habla de la absurda privatización del cielo, acompañada de la fanfarria de los medios de comunicación al dar pábulo a estos hitos comerciales. No solo el reparto es más caro, sino que también contamina más, sobre todo en áreas densas, propias de entornos urbanos. Como ejemplo de lo que digo, es esto: drones que reparten comida y champán a yates en Ibiza.
En el citado enlace de los 100.000 repartos de Wing -empresa subsidiaria de Google- en Australia, el gigante de Internet defendía que los drones recortarían mucho los costes de reparto de mercancías, y eso haría que el resto de actores (motoristas, Uber, etc) también tendrían que tirar los precios para ser competitivos. Pero el mismo informe que habla sobre la privatización del cielo, también vuelve a recordar que no solo hay un coste eléctrico, de baterías, y de tiempo de vuelo, sino que al precio del servicio hay que sumar el coste de diseño y construcción del drone, el seguro, el ruido que provoca...
Alguien se estará preguntando entonces cómo lo hace Israel para tener varias empresas de drones conviviendo en sus cielos y ciudades. Y la respuesta hay que buscarla en el ámbito militar: el pequeño estado está flexibilizando mucho la posibilidad de probar esta tecnología, con la mente puesta en aprender rápido y ver cómo se podría aprovechar para transportar diferentes tipos de cargas militares.
El papel lo aguanta todo, pero la realidad no.
P.D.: Google es acusado de dumping de precios durante sus tests de reparto con drones en Australia
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