Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

16/5/24

Estar solo no es lo mismo que sentirse solo

Probablemente haya oído muchas veces el mantra:

Tenemos una epidemia de soledad, está haciendo que la gente esté triste y depresiva. La culpa la tienen las redes sociales, los smartphones y YouTube. Volvamos a la vida de siempre y a la calle, como en la época de nuestros padres.

Y efectivamente, creo que es cierto. No es difícil encontrar en los telediarios noticias sobre la soledad, sobre todo en las personas mayores, y el arte nos ha convencido sobre la fatalidad de estar solo. Se sabe mucho de los problemas de salud mental relacionados con la soledad, más aún con la pasada epidemia de Covid. El Ministerio Británico de la Soledad es proclive a que nos lo tomemos en serio, y no puedo negar lo justo que resulta llegar solos a cierta edad.


Los datos parecen apoyar esta idea:



Según pasa el tiempo, vivimos cada vez más solos:



Y esta es la soledad declarada por los ancianos:





Sin embargo, quizá deberíamos dejar de publicar titulares lacrimógenos sobre el nuevo drama social y seguir analizando más datos.

Un estudio de 2020 reveló que entre 2000-2002 y 2016-2018, la tasa de hombres sexualmente inactivos de 18 a 24 años aumentó del 18,9 al 30,9%. En el mismo lapso, la tasa de mujeres jóvenes sexualmente inactivas pasó del 15,1 al 19,1%. Esta afirmación vino a reforzar la ilusión social de que la soledad no sólo afecta a las personas mayores, sino también a los jóvenes. Y también parecía apoyar la narrativa de los malvados teléfonos inteligentes y el aislamiento social. Necesito algo más que un simple post para analizar y dar posibles explicaciones a las razones que subyacen a este fenómeno social. La realidad no es tan simple como culpar a Tinder o Tik Tok. Sin embargo, diferentes estudios culpan a otros factores más que a los smartphones para explicar este declive. Entre otros aspectos, se habló de las conexiones online, los factores económicos, los sitios web porno, las preocupaciones por la salud y la prioridad de la carrera profesional.

No solo eso: parece que encontrar una pareja sentimental ya no es la prioridad para muchas personas, según Pew Research:



Pero los datos vuelven a aparecer, y no precisamente apoyando la triste narrativa: La gente quiere pasar más tiempo sola a medida que se enriquece.


¿Las personas que viven solas son más propensas a decir que se sienten solas?

Las investigadoras Caitlin Coyle y Elizabeth Dugan exploraron esta cuestión utilizando datos del Estudio sobre Salud y Jubilación en Estados Unidos. En su análisis, que abarcó a casi 12.000 encuestados durante los años 2006-2008, descubrieron que la soledad y el aislamiento social no están muy correlacionados a nivel individual.

Para ser precisos, Coyle y Dugan encontraron un coeficiente de correlación de 0,2. Esto significa que la correlación es positiva y estadísticamente mayor que cero, pero no muy grande en términos absolutos. Su estudio no proporciona los datos en bruto, pero en general, un gráfico de dispersión con una correlación de 0,2 es más o menos una nube de puntos.

Según los datos, tampoco parece haber una diferencia sustancial entre ancianos y jóvenes.



Por eso creo que deberíamos diferenciar entre sentirse solo y estar solo, que es una diferencia enorme.

Hace unos años, los expertos llegaron con una de esas declaraciones clickbait que pervivirán en la memoria social para siempre:

La Organización Mundial de la Salud (OMS) declaró que la soledad es una amenaza acuciante para la salud mundial, y el cirujano general de Estados Unidos afirmó que sus efectos sobre la mortalidad son equivalentes a fumar 15 cigarrillos al día.

Sin embargo, la realidad no es la que los medios de comunicación y la gente suelen admitir. No quiere decir que estar solo te haga vivir peor. Estrictamente, esta analogía se basa en la proyección del riesgo de enfermedad de diferentes estudios epidemiológicos que demuestran que, como factor de riesgo de patologías y discapacidad, la experiencia de soledad subjetiva tiene un peso comparable al de fumar 15 cigarrillos al día o ser obeso. Ciertamente no se trata de un resultado validado en estudios independientes, pero es simplemente una comparación bastante gráfica.


Antes de invertir cientos de millones de euros en políticas sociales, es obligatorio definir bien la soledad. ¿Es para hacer frente al vacío que supone el lugar donde solían estar los amigos? El Instituto Australiano de Estudios sobre la Familia lo mostró bien, e intentó dejar clara la dificultad subjetiva y la esencia de la soledad. No es nada simplista.

Definir «aislamiento social», «soledad» y otros términos afines es importante porque afecta a cómo entendemos y medimos las relaciones sociales y a cómo apoyamos a las personas que experimentan problemas con las relaciones y conexiones sociales.





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9/5/24

William Le Queux y las fake news

El término en latín para la guerra es bellum. Sin embargo, los poetas y literatos ingleses del primer milenio juzgaban que bellum se aproximaba muy inapropiadamente a la palabra bellus, «belleza». Esto les animó a buscar alternativas, y la expresión que acabó sustituyéndola en la lengua inglesa fue la alemana werran, que significa algo similar y guarda relación con el vocablo anglosajón worse, peor. Werran se transformó en weorre y de ahí mutó a warre en Gran Bretaña, y a guerre en Francia.

Por consiguiente, ya de antiguo la guerra va asociada a la confusión y la discordia, pero también al honor y la defensa de cuanto juzgamos supremamente valioso. Este carácter dual de la guerra implica que el impulso que la origina brota de la puesta en riesgo de algo que tiene verdadera importancia para nosotros, aunque la forma que adopta la respuesta a ese peligro sea inherentemente destructiva, indócil, difícil de controlar y de contener. Esta es la razón de que la guerra suscite unas emociones tan contrapuestas.

Con el rápido crecimiento del número de lectores de periódicos y revistas, aumentó también el éxito de los relatos de corte bélico. En 1891, el nuevo proyecto de una revista seria llamada Black and White consistió en divulgar por entregas las grandes líneas que, según las especulaciones de por entonces, tendría la siguiente guerra europea, dando tanto al texto como a las imágenes el estilo de un reportaje, aderezado con despachos del frente —ficticios, pero verosímiles—, telegramas oficiales y editoriales periodísticos, todo ello rematado con el celofán de un relato emocionante y un sinfín de detalles técnicos. Al anunciar que el plan iba a iniciarse con el nuevo año, el director de la publicación presentaba la serie del siguiente modo:
 

El ambiente está cargado de rumores de guerra. Las naciones europeas se han armado hasta los dientes y están preparadas para una movilización instantánea. Las autoridades coinciden en que es inminente una Gran Guerra, y en que esa contienda habrá de librarse en unas condiciones tan novedosas como sorprendentes.

Black and White trató de adivinar el futuro de la guerra, que seguía imaginando la posibilidad de que cualquier futura guerra europea se caracterizara por breves batallas y hazañas heroicas. La aplicación de la ciencia serviría aquí, como en tantos otros ámbitos de los asuntos humanos, para mejorar las cosas en lugar de empeorarlas. El conflicto podría ser más feroz, pero los métodos también serían más eficaces para que la disputa concluyera, en un sentido o en otro, rápidamente.

Fuente

Sin embargo, el meollo de mi historia se sitúa en 1894, cuando el periodista William Le Queux escribió un libro para el nuevo periódico Daily Mail sobre La Gran Guerra de Inglaterra de 1897, que comenzaba con una invasión francesa y rusa. La credibilidad de tal enfrentamiento quedó subrayada por el Incidente de Fachoda de 1898, cuando Gran Bretaña y Francia estuvieron a punto de entrar en guerra debido a sus intereses en el norte de África.

Seis años más tarde estos dos países acordaron firmar la paz. en lo que hoy se conoce como la Entente Cordiale. En consecuencia, en lugar de ser el aliado de Gran Bretaña, Alemania pasó a ocupar el centro del escenario como su enemigo más probable. Esta perspectiva se vio reforzada por el desarrollo de la carrera armamentística naval entre ambos. Así que cuando el escritor Le Queux empezó a publicar en 1906 su obra -de nuevo a través del Daily Mail, semanalmente-, The invasion of 1910, los alemanes eran ahora el enemigo. Se utilizó la misma combinación de cartas e informes para desarrollar una historia dramática. Fue un gran éxito, con un millón de ejemplares vendidos y traducciones a veintisiete idiomas.

La historia era mucho más elaborada y sensacionalista, con imágenes de tropas alemanas marchando por un Londres maltrecho. La estrategia subyacente era la de un golpe de gracia rápido, tomando Londres y suponiendo después que un país destrozado aceptaría rápidamente las condiciones. El escenario era siempre increíble, tanto por el modesto tamaño de la fuerza invasora como por las escasas bajas que sufría, incluso cuando se metía en problemas. Esto resultó ser una estrategia de marketing, ya que el periódico pedía que las batallas tuvieran lugar cerca de las ciudades británicas, donde vive la mayoría de sus lectores. El Daily Mail llegó a publicar mapas imaginarios que mostraban dónde atacaría el ejército alemán al día siguiente.

Fuente


Uno de los mensajes que se llevarán los lectores es la importancia de los espías que se han insinuado con picardía en toda la sociedad británica. Le Queux contribuyó aquí y en otros lugares a fomentar el desarrollo del Servicio Secreto, el famoso MI5. Los espías también estuvieron presentes en su libro de 1894, al igual que las vívidas descripciones de inocentes masacrados mientras sus ciudades eran bombardeadas.




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