Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

20/10/21

Drones de reparto urbano: (siguen con) mucho ruido y pocas nueces

Quizás sea solo impresión mía, quizás es que tenga que levantar más a menudo la vista del móvil. Pero por lo que sea, desde el verano estoy leyendo y escuchando unas cuantas noticias sobre la bondad de los repartos de paquetería con drones. La prensa está lleno de anuncios de este tipo. En este blog nos hicimos eco de la celebración de los 100.000 repartos de café y snacks de la empresa Wing en Australia. Pero basta con introducir términos adecuados en Google News, y veréis que hay noticias sobre el tema a diario.

La siguiente foto a mí me hizo contener el aliento. En ella, se pueden contemplar varias empresas de drones de reparto de comida rápida en Israel. ¡Anda que no habrá habido veces que me hayan preguntado sobre algo así!

Fuente

La semana pasada, vimos hasta un helicóptero sacado de una novela de Asimov realizando su primer envío de manera autónoma.


Pero no es oro todo lo que reluce. Al mismo tiempo que hay este desfile de anuncios comerciales,  Wired habla en uno de sus artículos del lento declive de los drones de Amazon. Lo que en su momento fue la promesa estrella de la empresa de Jeff Bezos, ahora tiene que ver cómo despide a los empleados de este departamento, mientras que la empresa da evasivas. Y tal y como explica el artículo, el problema no es de legislación. Es de viabilidad de negocio.

A pesar de los anuncios comerciales, los estudios científicos del tema, siguen diciendo lo mismo, y coincide con mi visión: 

la viabilidad técnica del reparto de mercancías con drones es alcanzable, pero claramente sigue siendo más caro que hacer reparto de mercancía en furgoneta o en bicicleta.

Algunos enlaces interesantes que lo explican más en profundidad son éste o éste otro, que habla de la absurda privatización del cielo, acompañada de la fanfarria de los medios de comunicación al dar pábulo a estos hitos comerciales. No solo el reparto es más caro, sino que también contamina más, sobre todo en áreas densas, propias de entornos urbanos. Como ejemplo de lo que digo, es esto: drones que reparten comida y champán a yates en Ibiza.

En el citado enlace de los 100.000 repartos de Wing -empresa subsidiaria de Google- en Australia, el gigante de Internet defendía que los drones recortarían mucho los costes de reparto de mercancías, y eso haría que el resto de actores (motoristas, Uber, etc) también tendrían que tirar los precios para ser competitivos. Pero el mismo informe que habla sobre la privatización del cielo, también vuelve a recordar que no solo hay un coste eléctrico, de baterías, y de tiempo de vuelo, sino que al precio del servicio hay que sumar el coste de diseño y construcción del drone, el seguro, el ruido que provoca... 

Alguien se estará preguntando entonces cómo lo hace Israel para tener varias empresas de drones conviviendo en sus cielos y ciudades. Y la respuesta hay que buscarla en el ámbito militar: el pequeño estado está flexibilizando mucho la posibilidad de probar esta tecnología, con la mente puesta en aprender rápido y ver cómo se podría aprovechar para transportar diferentes tipos de cargas militares.

El papel lo aguanta todo, pero la realidad no. 


P.D.: Google es acusado de dumping de precios durante sus tests de reparto con drones en Australia

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17/10/21

El Tinder de la Inglaterra Victoriana

Imaginaos que os encontráis en el mundo que describe Jane Austen, en la novela de Orgullo y Prejuicio. Concretamente, pensemos en la sociedad de Estados Unidos del siglo XIX, con esa sociedad tan rígida, tan marcada por las clases sociales. El estatus social de cada persona era lo más valioso que poseía, y la mayor obsesión de los padres, era llegar a que sus hijos tuvieran un buen matrimonio, para así poder mantener, o mejorar, su posición social.

Pensemos que en esa época no había televisión, Twitter, ni lo más importante, Tinder, y que el mayor deporte nacional era el cotilleo. En momentos así, los bailes de la temporada, donde se juntaba todo el pueblo o comarca, eran acontecimientos espectaculares, y muchos ciudadanos esperaban durante meses a momentos así para presentarse ante planeados pretendendientes. Todo tenía que salir perfecto.

Una vez en el baile, pensemos que sois una joven mujer que busca marido, como en Orgullo y Prejuicio. Mientras os movéis elegantemente, mientras hacéis reverencias y dais saludos a todas las personas que os cruzáis, de repente...¡zas! Veis a ese chico con el que queréis hablar.

Ahora, tenéis tres opciones:

a) encontrar a alguien de mejor posición social que vosotras para que os lo presente

b) dejar que él, que goza de más prestigio, se arriesgue a perderlo por dignarse a hablar primero con vosotras

c) pasarle discretamente una pequeña cartulina con un mensaje

¿Y qué pone en el mensaje de la opción c)? Quizás ponga '¿quieres ir a salir a hablar fuera?', o '¿podríamos vernos en casa?'.

Como veis, esas tarjetas eran el Tinder del siglo XIX, y en el Estados Unidos de ese siglo se usaron mucho. No hay evidencias realmente de qué importancia se les daba a esas tarjetas, pero los historiadores creen que eran muy buenas para romper el hielo.

Estas tarjetas eran muy temidas por los padres de los jóvenes en el baile, ya que gracias a estas pequeñas tarjetas, los escarceos e intentos de noviazgo a menudo pasaban desapercibidos y saltaban el férreo control de los progenitores. Por supuesto, el matrimonio de entonces no era como el actual, y su propósito en la vida de las personas tenía un papel muy materialista y utilitarista, por resumirlo.

Y es que estoy encontrándome que las reglas sociales para conocer gente, mantener el estatus y comportarse en la sociedad son un tema muy entretenido, y espero poder contarlo a través de algunos artículos en este blog. Y como ya sabéis, al final la historia nos ha llevado a Tinder.


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6/10/21

La huida de la mano de obra cualificada y Reino Unido

Estos días, en los medios están apareciendo continuas noticias sobre la escasez de alimentos y otros productos de primera necesidad, como combustible, en numerosos puntos de Reino Unido. Dicen que faltan camioneros, ya que se han ido del país por la falta de seguridades legales debido al Brexit. No seré yo quien os confirme si esta teoría es cierta o no. Hoy solo vengo a contar otro episodio de la historia, en el que a Reino Unido también se le iban los trabajadores. Al igual que pasaba con los camioneros, en la historia que os voy a contar, también estaba afectado un gremio muy particular.

Poco se habla de la vital importancia que tuvo en la historia de los países, su habilidad para atraer/engañar a los habilidosos profesionales de países enemigos. Como todo el mundo sabe, la Revolución Industrial floreció en Inglaterra, en la que la máquina de vapor hizo que se crearán fábricas, técnicas más rápidas de producir acero, telares, etc. Numerosos países de Europa se lanzaron a por los empleados de estas industrias inglesas, como una manera de adquirir la tecnología a un precio económico. Principalmente, Francia y Alemania, y en algunas ocasiones, estaban involucrados hasta los mismos reyes en esta "estrategia industrial". 

Tal era la huida de mano de obra cualificada, que en 1719 Inglaterra declaró una Ley Antiemigración, por la que se penaba el soborno de los trabajadores ingleses para que abandonaran su patria, y se castigaba con la desposesión de sus bienes a los ingleses que no volvieran a su país en el plazo de 6 meses. La ley específicamente hablaba de la industria de la lana, acero, y otros metales, pero en realidad, afectó a todo el tejido económico. Esta ley permaneció vigente más de un siglo, hasta 1825.

Al reducir la fuga de cerebros e incorporar los secretos industriales en las propias máquinas, las potencias europeas también comenzaron a comprarlas. Así que en 1750, de nuevo, los británicos, con su cínica fama de laissez faire del mercado, prohibieron la exportación de telares y endurecieron los castigos por soborno a los empleados. Esta ley posteriormente se endureció en 1774 en la llamada Tools Act (Ley de las Herramientas), y se abolió en 1825.

A pesar de estas leyes, no fueron pocas las misiones de Estado en espionaje industrial para robar, sabotear y sobornar a cualquier inglés que se pusiera por delante, para que les revelara sus más oscuros secretos.

A mediados del siglo XIX la tecnología se había vuelto tan compleja, que la captación de talento inglés o la adquisición de las máquinas era insuficiente para adquirir los secretos industriales de los países avanzados, y además, las leyes proteccionistas están ya abolidas. Fue en ese momento, cuando emergieron los sistemas de patentes en los mayoría de países de la Vieja Europa, ya que fue este método el que se resolvió inicialmente, como el más efectivo para defenderse del espionaje industrial y demostrar que éste o aquel país había robado a otro.

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