Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

29/3/22

Al menos 8 drones de reparto de Amazon han caído en el último año

El proyecto de reparto de drones de Amazon, el llamado Prime Air, parece estar maldito. El pasado agosto, la web de tecnología, Wired, alertaba del lento debacle y colapso de esta unidad de negocio (o esta idea empresarial, ya es que no sé ni cómo llamarlo), y que Amazon estaba despidiendo a mucha gente involucrada en este proyecto.

Pues parece que le están creciendo los enanos, ya que hace unos días, otra web, Business Insider, alertaba de que los drones de este gigante de internet estaban fallando mucho, y que al menos 8 de ellos habían caído a plomo en el último año. Esa información la ha conseguido por la documentación que Amazon ha tenido que presentar ante el regular del ramo en Estados Unidos.

Lo cual vuelve a demostrar, tal y como venimos insistiendo en este blog, que la tecnología ni es fácil, ni barata. Precisamente, yo estoy sospechando que estos fallos de navegación podrían ocurrir por la optimización de costes de estos aparatos, ¿quién sabe? El caso es que el cacareado sueño de Jeff Bezos, que ya tiene unos 10 años, de entregar los paquetes con drones en la puerta de casa, cada vez está más cerca de no cumplirse nunca.

Fuente

 ¿Os acordáis también el anuncio de Google, que celebraba los 100.000 envíos con dron en Australia? Nos hicimos eco de ello en este blog. Parecía que la compañía del buscador más famoso de Internet estaba consiguiendo esta hazaña técnica y económica, pero ¡oh, sorpresa! Google asume que si ellos tiran los precios por tierra, el resto de repartidores también tendrá que hacerlo. Probablemente entregan pedidos a pérdidas, y ellos se lo pueden permitir.

De todo esto, y de mucho más, como los drones bélicos de Ucrania, hablé con @josem_sgp, del blog de aviación Sandglass Patrol, en su podcast. Salió una tertulia entre amigos muy interesante.

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15/3/22

Guerra 'low cost': cómo Ucrania está usando drones contra Rusia

“¿Tenéis algún dron? ¡Dádselo a un piloto experimentado! ¿Sabes pilotarlo tú mismo? Entonces, ¡únete a la Unidad 112 de la Brigada Especial de Kyiv!".

Con estas palabras, el 24 de febrero, el ministro de Defensa ucraniano llamó a las armas a la población, mediante un mensaje de Facebook. El mandatario se refería a esos drones que puede comprar cualquier persona aficionada en multitud de tiendas por internet y supermercados. Los ucranianos se preparaban para una guerra de guerrillas, de ataques rápidos y sorpresa, con armas que cuestan unos 100 euros. Incluso países vecinos están haciendo donaciones de estos aparatos sin la intermediación de ningún gobierno. Y funcionan.

No es la primera vez que Ucrania emplea esta tecnología contra los rusos en los últimos años, y no con poco éxito. Desde el conflicto inicial del Donbás, los soldados pilotaban y manipulaban hábilmente estos aparatos para infligir pequeños daños a las tropas enemigas. Además, son tan pequeños que la defensa resulta difícil.

Hoy en día el ejército de Zelenski los está empleando para arrojar pequeñas bombas, sabotear líneas de convoys, defender fronteras y explorar el terreno. En el juego del miedo los ucranianos han desarrollado un pequeño dron de ala fija de estas características, que han bautizado como The Punisher (el Castigador). 

Además, esta tecnología está ayudando a la maquinaria de propaganda y en la guerra por el relato del conflicto, ya que la mayoría de estos pilotos están continuamente subiendo vídeos (verdaderos o falsos) a YouTube y Twitter, e intentando confundir al enemigo y demostrar que hay cientos de ojos mirándoles desde el cielo.



Una nueva forma de hacer guerra

Sin embargo, no todo es positivo para los ucranianos. Esta tecnología plantea escenarios de guerra totalmente impensables hasta ahora. Uno de los principales fabricantes de este tipo de aeronaves es la empresa china DJI, quien mediante GPS puede geolocalizar perfectamente en todo momento a cualquier piloto no experimentado.

Quizás, viendo la mala publicidad que puede recibir la empresa por el empleo de sus productos en este conflicto, DJI podría decidir deshabilitar la capacidad de vuelo de estos drones en territorio Ucraniano. O quizás le interese conocer precisamente esas posiciones y emplearlas con aviesas intenciones.

No solo son estos juguetes caros los que sobrevuelan los cielos en Ucrania actualmente, sino que hay un arma mucho más grande: los temidos drones turcos TB2 Baykraktar. Desde que comenzó el conflicto, el país de Zelenski ha reclamado numerosos ataques exitosos llevados a cabo con estos drones, atacando convoys de camiones y tanques.

Estas aeronaves han participado ya en numerosos conflictos bélicos, otorgando una ventaja abrumadora para el bando atacante. A pesar de que los rusos solo proveyeron de rudimentarias defensas a Armenia, éstas fueron aplastadas por los drones en el reciente conflicto de Nagorno-Karabakh. Por lo tanto, Ucrania no se lo ha pensado dos veces y está adquiriendo el mayor número de estas armas. Ahora mismo se estima que tiene una veintena.

Al contrario que los modestos drones de radiocontrol, este arma vuela a mucha mayor altitud, de manera casi invisible y con capacidad de arrojar bombas mucho más poderosas. Tanto es así, que en redes sociales circula una canción ucraniana con imágenes de ataques de estos drones al grito de Baykraktar.

Aparentemente, la ventaja que están dando estos drones turcos no es la vista en otros conflictos. Estas aeronaves son lentas, pesadas, están controladas por un operador humano y, lo más importante, cada una cuesta aproximadamente un millón de dólares, un precio muy bajo frente a otras armas. Eso hace que no sean invencibles para armas antiaéreas altamente sofisticas, con las que sí cuenta el ejército de Vladimir Putin.

Sin embargo, el hecho de que se sigan haciendo ataques desde el cielo demuestra que este entorno aún no ha sido dominado por ninguno de los dos ejércitos y que estos drones pesados, junto a los pequeños aparatos de radiocontrol, puede que estén frenando en gran medida el avance ruso.

Sin duda, deberíamos ser conscientes de que el arte de la guerra y su economía están cambiando. Estamos ante la primera guerra TikTok, en la que tenemos una gran abundancia de información falsa y verdadera, y que muchos de los ataques ocurren fuera de nuestra vista, mediante ataques cibernéticos. Todo esto y el auge del empleo de drones y robots quizás lleve a la reflexión de que inevitablemente nos dirigimos a guerras del futuro automatizadas, lowcost y, por lo tanto, con el gatillo mucho más fácil.

 

Este artículo se publicó originalmente en The Conversation

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1/3/22

Reseña de La muerte del Artista

Uno de los twitteros que últimamente más me alegro de haber conocido es @carlosclavijo22. Son incontables las conversaciones de Twitter que hemos tenido y las ganas que tengo yo de desvirtualizarle, y entre los muchos datos que podría daros, ahí va uno muy exótico: es un gran guionista de cine y TV.

Y como su campo profesional y el mío no pueden ser más opuestos, me pica mucho la curiosidad las pequeñas clases artísticas que aprendo, y él fue el que me recomendó el siguiente libro para entender cómo es realmente detrás de las cámaras y fuera de los focos, el mundo del artista. A continuación, la reseña de La muerte del Artista (William Deresiewicz), de la editorial Capitán Swing.

Esta obra es un ensayo dividido en varios capítulos según diferentes disciplinas creativas: pintores, músicos, gente de cine, escultores... en los que en cada uno de ellos, el autor desbroza todos los males que aquejan a esta profesión, y que la abocan a la agonía. O quizás, mejor dicho, aboca a la muerte del Arte tal y como se debería entender: sin presiones, libre, con creatividad, y capaz de provocar emociones.

El libro comienza hablando de mantras muy extendidos entre la población y los artistas, y es que a menudo atribuimos que ser artista equivale a no pensar en el dinero. "Soy tan afortunad@ por trabajar en lo que me gusta, que me da igual no cobrar". ¿Os suena? Algo muy parecido ocurre en el mundo científico, aunque el libro no se centre en ello. Pero volvamos al hilo:

Para poder desarrollar una carrera artística, se necesita unos años para poder encontrar un estilo propio, y desarrollar algunas obras de arte para poder exponerlas, venderlas o lo que sea. El problema es qué ocurre en el transcurso de esa época no productiva. ¿De qué viven los artistas? ¿A qué se dedican? ¿Qué hacen los artistas cuando las ciudades más atractivas para su inspiración tienen alquileres cada vez más y más caros? Como resultado, la realidad es que los creativos que sobreviven, no son los buenos, sino los que pueden permitirse vivir sin esos ingresos recurrentes, o cuyas familias han podido pagarles una escuela en la que logran contactos influyentes. Y a pesar de eso, en muchos casos, malviven, y dependen de fundaciones, becas u otras instituciones que les permiten financiarse, y que en la mayoría de casos, condiciona su tipo de arte para poder subsistir. No es un arte libre.

El libro también dedica un amplio análisis a esa creencia impuesta desde fuera de que con una cámara, o con un equipo de música de ordenador, todo el mundo es artista. ¡Sal, y vende! Y de eso nada, ya que en esa pelea en el barro, solo sobresale uno entre un millón, tal y como le pudo pasar a Ibai Llanos, y ese exceso de oferta creativa está tirando los precios. De manera que se descubre que plataformas como Spotify o Apple Music siguen la regla de Pareto, por la cual unos pocos artistas se llevan la mayoría de ingresos, y que esos artistas son muy escuchados, porque antes de existir Spotify, ya eran famosos.

No os quiero destripar el libro, pero ha sido muy revelador. Yo no sería capaz de escribir un libro así, sin caer en la repetición y sopor constante, así que por esa habilidad de ser ágil, informativo y entretenido, le doy 5 estrellas.

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