A pesar de las continuas sorpresas a la que no nos termina de
acostumbrar el destino, aún resisten sectores de expertos,
particularmente en economía y tecnología, empeñados en predecir y
orientar sobre el futuro. A menudo espoleados por los medios de
comunicación y su ansia de declaraciones rotundas. Y en estas, nos
encontramos que una de las grandes promesas de los últimos años, está a
punto de romperse: la de los coches autónomos.
Grandes titulares y promesas coparon portadas en los últimos años:
¿cuándo tendremos coches autónomos que nos cambien radicalmente la vida?
Distintos gurús, entre los que destaca Elon Musk, se han ocupado de
avivar la llama de la expectativa desmesurada por esta tecnología. En
2016, podíamos leer predicciones así:
En 2020, circularán en nuestras carreteras más de 10 millones de coches autónomos (Business Insider)
Creo que tendremos vehículos totalmente autónomos en 3 años (Elon Musk, 2015)
En el otro lado, uno de los mayores escépticos en la materia ha sido Rodney Brooks, quien se ríe públicamente del millón de taxis autónomos que Elon Musk pretendía instalar para finales de 2020.
Let's count how many truly autonomous (no human safety driver) Tesla taxis (public chooses destination & pays) on regular streets (unrestricted human driven cars on the same streets) on December 31, 2020. It will not be a million. My prediction: zero. Count & retweet this then. https://t.co/FLWjjPJToB
— Rodney Brooks (@rodneyabrooks) May 8, 2019
De hecho, Brooks defiende que el nivel de conducción autónoma
alcanzado hasta ahora ha avanzado muy poco respecto a niveles que se
alcanzaron hace tiempo. Concretamente, Ernst Dickmann logró circular a
90 km/h un coche autónomo por la autopista a las afueras de Munich,
durante unos 15 km. ¡Y esto ocurrió en 1987! Eso sí, a Rodney Brooks se
le suele olvidar mencionar que en este experimento, el coche circulaba
solo por la autopista, con toda la seguridad y simplificación del
experimento que ello da.
La década que dejamos atrás ha aportado muchísimas novedades en el
campo de la inteligencia artificial, y se han explotado millones de
bases de datos para mejorar aplicaciones tan complejas como chatbots,
asistentes de voz, o la analítica de datos. Todo eso se fundamentaba en
la gran promesa que ofrecían las redes neuronales profundas y el big
data. La técnica conocida como deep learning.
Esta potente herramienta, de una manera casi astral, era capaz de
extraer patrones y encontrar el funcionamiento de algunas acciones
humanas, a partir de la alimentación de miles de millones de datos. Los
grandes gurús y los investigadores se las prometían muy felices:
‘grabamos millones de km de circulación en los coches autónomos
experimentales, y la inteligencia artificial ya se ocupará de entender y
aprender qué es lo que estamos haciendo a partir de sus sensores y
nuestras acciones’. Pero la realidad se empeñó en desmentir y romper las
ideas de estos soñadores.
La conducción ha demostrado ser una tarea radicalmente diferente al
conocimiento del habla o los sistemas inteligentes de recomendación que
se emplean en los sitios de comercio electrónico. Alguien que sea un
conductor habitual conoce de sobra ‘el baile en el asfalto’ que ocurre
continuamente entre vehículos. Dicho baile se basa en el entendimiento
entre dos conductores de:
- «este conductor está ayudándome a incorporar a la autopista»
- «me alejo un poco de este coche con matrícula extranjera, ya que le veo perdido y no sé por dónde se me va a meter»
y esa comunicación con los ojos para dar el paso entre vehículos y peatones…
todo esto se traduce en el lenguaje, intuición y conjunto de
sensaciones, que la simple recogida de datos de vehículos y entornos no
es capaz de entender. Los fabricantes de vehículos se han percatado de
esto, y han avisado de que no se van a cumplir sus primeros plazos
optimistas.
Este año, incluso el responsable de la división de coches autónomos en VW
anunció que quizás nunca lleguemos al nivel de autonomía 5, el máximo
exponente de esta tecnología. Pero bueno, desde estas líneas, vuelvo a
defender la tautología de hacer predicciones tan largas sobre cualquier
idea, así que tampoco nos pongamos catastrofistas.
Los sueños de nuestra sociedad sobre la posibilidad de tener
vehículos autónomos ya tienen cerca de un siglo. Vaya mérito tuvieron
esos visionarios a imaginar una máquina así, en plena maduración del
sector de automoción en el mundo, pero con una parte ínfima de las
comunicaciones que tenemos hoy en día. Según se recogen en distintos estudios, las proclamas públicas sobre el sueño del coche autónomo
comenzaron en la década de 1920, pero no fue hasta los 50 que comenzaron
a plantearse experimentos serios. Gran culpa de este paso adelante se
debió al interés suscitado en el público en Ferias Mundiales, como la de
1939 en Nueva York, donde los estadounidenses sacaron pecho de su
industria sobre cuatro ruedas. A partir de ahí, en el imaginario popular
comenzó a instalarse la idea utópica de emplear el coche como un lugar
de reposo, tranquilidad y felicidad, tal y como refleja la viñeta de
1956, diseñada por General Motors.
En resumen, el desarrollo e integración de una tecnología tan amplia
a lo largo de la historia es un camino apasionante, en mi opinión. Y en
épocas donde tantos sectores nos tenemos que poner de acuerdo, tenemos
que ser conscientes del delicado equilibrio entre las declaraciones
grandilocuentes de los gurús para atraer atención y sobre todo,
inversión, y el freno de expectativas de los tecnólogos y los
reguladores. Entre todos, podremos llegar a cumplir la utopía del Nivel
de Autonomía 5. Algún día.
ACTUALIZACIÓN (31 dic 2020)
Rodney Brooks cierra con este tuit su premonición:
1/3 Promised to retweet this now. On April 22, 2019, Elon said there would be up to 1 million Tesla robotaxis on the road by now. I said zero. And the answer is ... zero! https://t.co/vEcU1mhPMw
— Rodney Brooks (@rodneyabrooks) December 31, 2020
Este artículo salió originalmente publicado en la revista de investigación, DYNA, a la que recomiendo que echéis un vistazo.
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