Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

30/12/20

¿Dónde están los coches autónomos que nos prometieron?

A pesar de las continuas sorpresas a la que no nos termina de acostumbrar el destino, aún resisten sectores de expertos, particularmente en economía y tecnología, empeñados en predecir y orientar sobre el futuro. A menudo espoleados por los medios de comunicación y su ansia de declaraciones rotundas. Y en estas, nos encontramos que una de las grandes promesas de los últimos años, está a punto de romperse: la de los coches autónomos.

Grandes titulares y promesas coparon portadas en los últimos años: ¿cuándo tendremos coches autónomos que nos cambien radicalmente la vida? Distintos gurús, entre los que destaca Elon Musk, se han ocupado de avivar la llama de la expectativa desmesurada por esta tecnología. En 2016, podíamos leer predicciones así:


En 2020, circularán en nuestras carreteras más de 10 millones de coches autónomos (Business Insider)

Creo que tendremos vehículos totalmente autónomos en 3 años (Elon Musk, 2015)

En el otro lado, uno de los mayores escépticos en la materia ha sido Rodney Brooks, quien se ríe públicamente del millón de taxis autónomos que Elon Musk pretendía instalar para finales de 2020.


De hecho, Brooks defiende que el nivel de conducción autónoma alcanzado hasta ahora ha avanzado muy poco respecto a niveles que se alcanzaron hace tiempo. Concretamente, Ernst Dickmann logró circular a 90 km/h un coche autónomo por la autopista a las afueras de Munich, durante unos 15 km. ¡Y esto ocurrió en 1987! Eso sí, a Rodney Brooks se le suele olvidar mencionar que en este experimento, el coche circulaba solo por la autopista, con toda la seguridad y simplificación del experimento que ello da.

La década que dejamos atrás ha aportado muchísimas novedades en el campo de la inteligencia artificial, y se han explotado millones de bases de datos para mejorar aplicaciones tan complejas como chatbots, asistentes de voz, o la analítica de datos. Todo eso se fundamentaba en la gran promesa que ofrecían las redes neuronales profundas y el big data. La técnica conocida como deep learning.

Esta potente herramienta, de una manera casi astral, era capaz de extraer patrones y encontrar el funcionamiento de algunas acciones humanas, a partir de la alimentación de miles de millones de datos. Los grandes gurús y los investigadores se las prometían muy felices: ‘grabamos millones de km de circulación en los coches autónomos experimentales, y la inteligencia artificial ya se ocupará de entender y aprender qué es lo que estamos haciendo a partir de sus sensores y nuestras acciones’. Pero la realidad se empeñó en desmentir y romper las ideas de estos soñadores.

La conducción ha demostrado ser una tarea radicalmente diferente al conocimiento del habla o los sistemas inteligentes de recomendación que se emplean en los sitios de comercio electrónico. Alguien que sea un conductor habitual conoce de sobra ‘el baile en el asfalto’ que ocurre continuamente entre vehículos. Dicho baile se basa en el entendimiento entre dos conductores de:

  • «este conductor está ayudándome a incorporar a la autopista»
  • «me alejo un poco de este coche con matrícula extranjera, ya que le veo perdido y no sé por dónde se me va a meter»


y esa comunicación con los ojos para dar el paso entre vehículos y peatones… todo esto se traduce en el lenguaje, intuición y conjunto de sensaciones, que la simple recogida de datos de vehículos y entornos no es capaz de entender. Los fabricantes de vehículos se han percatado de esto, y han avisado de que no se van a cumplir sus primeros plazos optimistas.

Este año, incluso el responsable de la división de coches autónomos en VW anunció que quizás nunca lleguemos al nivel de autonomía 5, el máximo exponente de esta tecnología. Pero bueno, desde estas líneas, vuelvo a defender la tautología de hacer predicciones tan largas sobre cualquier idea, así que tampoco nos pongamos catastrofistas.

Los sueños de nuestra sociedad sobre la posibilidad de tener vehículos autónomos ya tienen cerca de un siglo. Vaya mérito tuvieron esos visionarios a imaginar una máquina así, en plena maduración del sector de automoción en el mundo, pero con una parte ínfima de las comunicaciones que tenemos hoy en día. Según se recogen en distintos estudios, las proclamas públicas sobre el sueño del coche autónomo comenzaron en la década de 1920, pero no fue hasta los 50 que comenzaron a plantearse experimentos serios. Gran culpa de este paso adelante se debió al interés suscitado en el público en Ferias Mundiales, como la de 1939 en Nueva York, donde los estadounidenses sacaron pecho de su industria sobre cuatro ruedas. A partir de ahí, en el imaginario popular comenzó a instalarse la idea utópica de emplear el coche como un lugar de reposo, tranquilidad y felicidad, tal y como refleja la viñeta de 1956, diseñada por General Motors.


En resumen, el desarrollo e integración de una tecnología tan amplia a lo largo de la historia es un camino apasionante, en mi opinión. Y en épocas donde tantos sectores nos tenemos que poner de acuerdo, tenemos que ser conscientes del delicado equilibrio entre las declaraciones grandilocuentes de los gurús para atraer atención y sobre todo, inversión, y el freno de expectativas de los tecnólogos y los reguladores. Entre todos, podremos llegar a cumplir la utopía del Nivel de Autonomía 5. Algún día.


ACTUALIZACIÓN (31 dic 2020)

Rodney Brooks cierra con este tuit su premonición:


Este artículo salió originalmente publicado en la revista de investigación, DYNA, a la que recomiendo que echéis un vistazo.

Comparte:

0 comentarios:

Publicar un comentario

Nos leemos:

descripción descripción descripción

Recibe las entradas por correo

En mi mesilla

Blog Archive

Licencia Creative Commons