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20/1/21

Apps de citas, el algoritmo del amor, y de más cosas

Desde hace unos años, hemos podido observar el auge y la posterior caída a los infiernos de las apps de citas. Las omnipresentes Tinder, Badoo, Hinge, etc. Por lo menos, esa es la evolución que percibo yo. Y precisamente, en pandemia y en situaciones de restricciones de movilidad, la cosa no ha podido más que ir a peor.

Sociedad y deslizamiento. Las trampas de las apps de citas


El cóctel de sentimientos del que se valen estas apps no puede ser más esclavizador. Se basan en nuestra creciente cultura de la inmediatez, de buscar pareja como si se tratara de un producto de un supermercado; de la soledad; de la sensación de que somos nosotros los que elegimos; de estar generando una cantidad de oportunidades de flirteo que no estarían a nuestro alcance en un bar; del miedo al rechazo.

En el recomendable libro El algoritmo del amor, la periodista Judith Duportail desentraña las intimidades de Tinder, y provocó un cierto revuelo sobre el opaco y maligno algoritmo que lo gobierna. A lo largo del libro, despieza los mecanismos por los que Tinder nos muestra a ciertas personas y no a otras, aunque no seamos conscientes. Y nosotros les aparecemos a unas personas, y no a otras al mismo tiempo. Secretamente, nos asigna una puntuación según nuestra edad, origen, sexo, y atractivo (calculado según un algoritmo de machine-learning, por supuesto).

Sin embargo, otra parte interesante es la dinámica de funcionamiento de sexos: el ecosistema selvático que se crea entre una ligera sobre abundancia de chicos, que deslizan 'Me gusta' a casi todos los perfiles femeninos, y las chicas, que rara vez eligen esa opción. Según la autora, esto provoca que la mayoría de chicas se tomen a esos chicos como potenciales relaciones serias. Por el contrario, los chicos, que probablemente hayan gastado 0,1 segundos en decidir que elegirán 'Me gusta', se toman cada flechazo bastante a la ligera. Todo esto tiende a generar bastante sufrimiento, y a preguntarse: ¿por qué todo el mundo es tan miserable en Tinder

 


Por un lado, los chicos sienten la frustración de que no son correspondidos por ninguna mujer. Por otro lado, tal y como revelaba Judith Portail en sus propias carnes, las mujeres sufren por sentir que cada aspirante masculino solo la quiere para un rato. Todo esto, genera una espiral de funcionamiento, en el que estos efectos se van amplificando, y los nuevos usuarios de la aplicación, quizás sean los que más sufren al descubrir la crueldad del mercadeo de sensaciones e ilusiones que emplean para jugar con nosotros. 

Citas que no se presentan.

Personas contratadas que se encargan de responder por ti en la aplicación

Flechazos que se quedan simplemente en números.

Autoestimas machacadas.

Manipulación de usuarios.


Como he avanzado, en la pandemia quizás esto se haya vuelto un entorno si cabe aún más distópico y surrealista, en las largas horas de soledad de 2020. Y en 2020, las pocas apps que parecía que resistían a este juego tan cínico y mercantil, parece que han terminado por sucumbir a ese delicado y cruel juego de puñetazos digitales. Basta con leer experiencias aquí o aquí.

Y es que ahora, las apps de citas se usan para otros menesteres. Es más fácil que te encuentres un flechazo que te pida que inviertas en bitcoins, que el amor. Quizás, además aproveche para propagar mensajes de la ultraderecha y feicnius, lograr que envíes dinero a organizaciones terroristas gracias a engaños hechos con rostros artificiales, o hay incluso una profesionalización de personas que se geoposicionan en el país al que quieren emigrar, y pretenden allanar el terreno antes.

He sido y aún a veces soy usuario de estas apps. En la mayoría de ocasiones, soy un puro observador. Como si estuviera realizando una tesis doctoral sobre el mecanismo subyacente de este sistema caótico de personas, bots y fantasmas. Hay incluso veces que he conocido personas con las que me gustaría pasar horas interminables y ratos de café que no acaben nunca. Pero la paja que he tenido que quitar para conseguir ese grano, ha sido ingente y me ha requerido de unos años de observación. Y precisamente, mi mayor miedo en esas ocasiones, es que la otra persona se piense que yo soy como los demás, otro más que se ha podido reír de ella.

La charla que encabeza este artículo ha tenido mucho éxito y aún me escriben usuarios que la han visto y gustado mucho. Sigo sosteniendo lo que dije y creo que las apps de citas es un ecosistema que funciona muy bien sobre el papel, pero muy mal con la imperfección humana. Sed buenos y limpios de corazón.

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