Como quizás ya sepáis la mayoría de los que leéis esta bitácora web, el que os escribe, fuera del blog tiene otra vida. Concretamente, en la Escuela de Ingeniería de la Universidad del País Vasco, en Donostia.
Bien, pues un servidor comentaba hace unos días que, tras preguntar a unos cuantos de sus exalumnos -que ya acumula unos cuantos- se sorprendía positivamente de que casi todos estaban trabajando en algo relacionado sobre ingeniería, y que incluso alguno había logrado cambiar de empleo en medio de la pandemia. Recibí numerosas reacciones a este tuit, tanto en público como en privado.
Quizás sea porque las redes sociales y los medios de comunicación nos han educado a acostumbrarnos obedientemente a recibir solo noticias dramáticas y pesimistas. Pero mi comentario no por eso dejaba de ser verdad, y estoy muy orgulloso de esas personas que yo me crucé en su camino en un momento de sus vidas, y lo aprovechamos para conectar un poco más.
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Cada año, a principio de curso, intento hacer una puesta al día sobre las historias profesionales de estos alumnos con los que ha habido un poco más de química. Cada año, se van acumulando un puñado de emails más. Es difícil plasmar por aquí qué hace que un profesor se fije en alguien, pero pueden ser muchas y diversas características, tal y como os corroborará cualquier otro docente. Las anécdotas, dudas internas y confesiones generadas durante estos emails da para mantener una sonrisa de muchas horas y para escribir más de un libro de anécdotas.
A día de hoy, la foto laboral de esos alumnos es muy buena, y es fruto de su trabajo y de un empujón de suerte, que no sirve de nada sin lo anterior. No voy a entrar en debates estériles sobre el valor de este logro con alusiones a 'a saber cuánto cobran', 'siendo jóvenes, tendrán trabajo. Si tuvieran mi edad'...
Si hay algo que he aprendido en estos años de vida profesional mía, es que el éxito total, no existe. Si equiparamos esa palabra a la obtención de fama, poder y riqueza, esa palabra tan grande solo es alcanzable por personas muy alejadas de nosotros. En cambio, salir adelante en la vida, trabajar y disfrutar haciéndolo, obtener pequeños y grandes logros profesionales, con suerte... eso se parece más al éxito del común de los mortales.
Y también he aprendido que lo mejor que le puede ocurrir a un profesor es que sus alumnos le adelanten y se acuerden de ellos.
Si sois profesores, como si no lo sois, podéis dejarme en los comentarios de esta entrada cuál es vuestra impresión, respecto a todo esto y cómo veis la vida en este mundo laboral pandémico.
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