Invito a los lectores de esta entrada a intentar adivinar desde qué año llevan en la industria tratando de lanzar el negocio de reparto de mercancías con drones.
¿Ya?
Hay más de una respuesta correcta, dependiendo de qué consideremos un drone. El legislador de EEUU, la FAA, concedió la primera licencia comercial de drones en 2006. Así que es seguro que mucho antes ya habría esfuerzos privados en esta actividad empresarial.
La auténtica explosión mediática ocurrió allá por 2013, impulsado por las grandes empresas tecnológicas como Amazon, Google y compañía. Hace poco, comentábamos en este blog que la tecnología aún está muy lejos de esas promesas, y que incluso cundía el pesimismo sobre la viabilidad de reparto de mercancías con drones en áreas urbanas, debido a su alto coste y baja autonomía.
A pesar de estas malas noticias, aún nos quedaba refugiarnos en la esperanza de que estos robots eran útiles para el reparto de medicinas (bolsas de sangre, vacunas...) en regiones de difícil acceso y zonas catastróficas. Sin embargo, aún no hay evidencias robustas de que el empleo de drones mejore los métodos de reparto que existen a día de hoy en esas áreas.
Los costes logísticos del tipo de entregas que nos ocupa, se han disparado desde 2010 a 2020. Los estudios que defienden que usar UAVs es más barato que usar furgonetas o motos para llegar a una zona devastada -en un país africano, por ejemplo- hacen un poco de trampa, ya que solo tienen en cuenta el coste operacional de los drones. No consideran el coste de su desarrollo, ni mantenimiento, seguros, ni las malas condiciones climáticas que reducen drásticamente la eficacia de un drone frente a la moto más sencilla. Si sumamos todos esos conceptos de gasto, probablemente esa misma moto sea una manera más económica de transportar las vacunas.
Otra razón que conviene no obviar, es el rechazo hacia los drones por parte de la población de muchos países en desarrollo. En el pasado, estas personas se han visto engañadas por parte del ejército y las milicias, y ahora tienden a relacionar que los drones van en su detrimento y pérdida de libertades.
En resumen, parece que el argumento más fiel a la realidad que podemos esgrimir ahora mismo para el uso del reparto de medicinas con drones, es el de la velocidad de reparto. En condiciones buenas de clima, si no nos importa el sobrecoste frente a un mensajero en moto, estos aparatos pueden ser una buena alternativa. Pero con razones tan endebles, no podemos esperar que barran a los actuales sistemas de reparto de vacunas en cualquier país del mundo.
Si el curioso lector quiere saber un poco más, puede consultar la bibliografía que aparece en el original de este artículo, en el blog de investigación Mapping Ignorance.
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