Estos días están acudiendo a declarar al congreso de EEUU las principales empresas tecnológicas del país por acusaciones de monopolio y de dominio de mercado. Estos imperios tecnológicos son Google, Amazon, Facebook y Apple. Una explicación bastante detallada de lo que está pasando la da en un hilo Hugo Sáez, quién ya nos tiene acostumbrados a sus completos hilos.
Sorprende que no aparezca Microsoft entre estas empresas, pero tiene su explicación. Parece que Microsoft ya está escarmentado en cómo evitar al regulador y tener un perfil bajo.
Es un tema que me interesa, ya que puede cambiar totalmente las reglas de la competencia y la realidad de estas empresas. Es una comparecencia histórica de unas empresas dominantes en el Congreso de EEUU.
CEOs de Facebook, Google, Apple y Amazon |
Sin embargo, hoy escribo no por el futuro de las leyes antimonopolio, sino por el pasado. Como ya sabrán los lectores de esta bitácora, me interesa mucho el contexto en el que surgen las ideas y las iniciativas emprendedoras. Como defendí hace unos días, son leyes y conflictos bélicos del pasado lo que ha hecho que Holanda esté ahora en una posición económica dominante en Europa, por ejemplo. ¿Y qué es lo que ha hecho que hayamos llegado a que las denominadas empresas GAFA declaren ante sus señorías? Para ello, tenemos que remontarnos a la historia del hombre que lo cambió todo en la ley antimonopolio. La historia de Robert Bork:
Estamos en 1882, cuando se fundó Standard Oil, compañía de petróleo. Se estaba convirtiendo en un gigante bajo el mando del todopoderoso John Rockefeller. Las autoridades pensaban que acapararía demasiado poder, por lo que el Gobierno en 1892 ordenó que el gigante se dividiera en empresas más pequeñas.
Tras unos tira y aflojas, ese imperio se dividió. Pero siguió estando bajo el paraguas de Rockefeller realmente. Algunas de esas empresas hoy en día son Exxon, BP, Texaco o Mobil Oil, entre otras.
El gobierno tomó una actitud cada vez más intervencionista en la economía y multaba a empresas grandes que compraban a empresas pequeñas, por ejemplo. Es decir, parecía que se quería dejar el mercado lo más estático posible, con los actores que existían en ese momento. O que por lo menos, las caídas y auges de ellos, solo dependiera de ellos.
Pero todo esto cambió en 1978, cuando un licenciado en Derecho llamado Robert Bork publicó The Antitrust Paradox. ¿Quién era este hombre?
No era un cualquiera, sino que era un juez y profesor de universidad, que ocupó distintos cargos en la Administración.
Básicamente, la filosofía de Robert Bork decía:
'el gobierno interviene demasiado. Multando fusiones de empresas, lo que estamos haciendo es defender a otras empresas y competidores. Y lo que hay que hacer es defender a los consumidores'.
Robert Bork estudió con los Chicago Boys, los chicos de la economía liberal de la época, y eso le influyó enormemente. El protagonista de nuestra historia defendía que el mercado se autorregulaba. Que aunque se juntasen dos empresas que acaparaban el 80% de la cuota de mercado, el cliente era suficientemente inteligente y libre para decidir ir a comprar a otro establecimiento, si el precio no era atractivo. Es decir, creía en un mercado super eficiente. Algo que a la larga se ha demostrado que no lo es tal.
Bork no sabía que sus ideas económicas fueran a cambiar el mundo empresarial tal y como lo hicieron, pero ahora vivimos en esa Era de leyes antimonopolio. Sin ese tipo de leyes y doctrina legal, las Big Tech no hubieran podido crecer tanto ni comprar tantas empresas competidoras.
Así que el debate que se presenta estos días no es solo legal y financiero, sino también es ético y filosófico. ¿Cómo entendemos la competencia, o la economía?
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