El término en latín para la guerra es bellum. Sin embargo, los poetas y literatos ingleses del primer milenio juzgaban que bellum se aproximaba muy inapropiadamente a la palabra bellus, «belleza». Esto les animó a buscar alternativas, y la expresión que acabó sustituyéndola en la lengua inglesa fue la alemana werran, que significa algo similar y guarda relación con el vocablo anglosajón worse, peor. Werran se transformó en weorre y de ahí mutó a warre en Gran Bretaña, y a guerre en Francia.
Por consiguiente, ya de antiguo la guerra va asociada a la confusión y la discordia, pero también al honor y la defensa de cuanto juzgamos supremamente valioso. Este carácter dual de la guerra implica que el impulso que la origina brota de la puesta en riesgo de algo que tiene verdadera importancia para nosotros, aunque la forma que adopta la respuesta a ese peligro sea inherentemente destructiva, indócil, difícil de controlar y de contener. Esta es la razón de que la guerra suscite unas emociones tan contrapuestas.
Con el rápido crecimiento del número de lectores de periódicos y revistas, aumentó también el éxito de los relatos de corte bélico. En 1891, el nuevo proyecto de una revista seria llamada Black and White consistió en divulgar por entregas las grandes líneas que, según las especulaciones de por entonces, tendría la siguiente guerra europea, dando tanto al texto como a las imágenes el estilo de un reportaje, aderezado con despachos del frente —ficticios, pero verosímiles—, telegramas oficiales y editoriales periodísticos, todo ello rematado con el celofán de un relato emocionante y un sinfín de detalles técnicos. Al anunciar que el plan iba a iniciarse con el nuevo año, el director de la publicación presentaba la serie del siguiente modo:
El ambiente está cargado de rumores de guerra. Las naciones europeas se han armado hasta los dientes y están preparadas para una movilización instantánea. Las autoridades coinciden en que es inminente una Gran Guerra, y en que esa contienda habrá de librarse en unas condiciones tan novedosas como sorprendentes.
Black and White trató de adivinar el futuro de la guerra, que seguía imaginando la posibilidad de que cualquier futura guerra europea se caracterizara por breves batallas y hazañas heroicas. La aplicación de la ciencia serviría aquí, como en tantos otros ámbitos de los asuntos humanos, para mejorar las cosas en lugar de empeorarlas. El conflicto podría ser más feroz, pero los métodos también serían más eficaces para que la disputa concluyera, en un sentido o en otro, rápidamente.
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Sin embargo, el meollo de mi historia se sitúa en 1894, cuando el periodista William Le Queux escribió un libro para el nuevo periódico Daily Mail sobre La Gran Guerra de Inglaterra de 1897, que comenzaba con una invasión francesa y rusa. La credibilidad de tal enfrentamiento quedó subrayada por el Incidente de Fachoda de 1898, cuando Gran Bretaña y Francia estuvieron a punto de entrar en guerra debido a sus intereses en el norte de África.
Seis años más tarde estos dos países acordaron firmar la paz. en lo que hoy se conoce como la Entente Cordiale. En consecuencia, en lugar de ser el aliado de Gran Bretaña, Alemania pasó a ocupar el centro del escenario como su enemigo más probable. Esta perspectiva se vio reforzada por el desarrollo de la carrera armamentística naval entre ambos. Así que cuando el escritor Le Queux empezó a publicar en 1906 su obra -de nuevo a través del Daily Mail, semanalmente-, The invasion of 1910, los alemanes eran ahora el enemigo. Se utilizó la misma combinación de cartas e informes para desarrollar una historia dramática. Fue un gran éxito, con un millón de ejemplares vendidos y traducciones a veintisiete idiomas.
La historia era mucho más elaborada y sensacionalista, con imágenes de tropas alemanas marchando por un Londres maltrecho. La estrategia subyacente era la de un golpe de gracia rápido, tomando Londres y suponiendo después que un país destrozado aceptaría rápidamente las condiciones. El escenario era siempre increíble, tanto por el modesto tamaño de la fuerza invasora como por las escasas bajas que sufría, incluso cuando se metía en problemas. Esto resultó ser una estrategia de marketing, ya que el periódico pedía que las batallas tuvieran lugar cerca de las ciudades británicas, donde vive la mayoría de sus lectores. El Daily Mail llegó a publicar mapas imaginarios que mostraban dónde atacaría el ejército alemán al día siguiente.
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Uno de los mensajes que se llevarán los lectores es la importancia de los espías que se han insinuado con picardía en toda la sociedad británica. Le Queux contribuyó aquí y en otros lugares a fomentar el desarrollo del Servicio Secreto, el famoso MI5. Los espías también estuvieron presentes en su libro de 1894, al igual que las vívidas descripciones de inocentes masacrados mientras sus ciudades eran bombardeadas.
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