Espero que los lectores de este blog hayan tenido unas felices fiestas y que aún guarden fuerzas para las que vienen. Como viene siendo habitual en el blog, toca hacer balance de lo que ha sido el año en cuando a lecturas. Normalmente, incluía en esta entrada todo lo que leía, pero este año he sido particularmente prolífico, así que me voy a limitar a poner mis mejores lecturas. Para quien quiera curiosear un poco más, en mi perfil de Goodreads puede leer las reseñas del resto de libros que no aparecen aquí.
Los hermanos Wright (David McCullough)
¡Una obra maestra! En esta obra el maestro David McCullough, dos veces ganador de un Pullitzer, narra algo totalmente evidente a tenor del título. Desde el nacimiento de los hermanos Wright, los muy importantes orígenes de sus padres, hasta pasar por todas las pruebas que realizaron con sus prototipos de vuelo, con quién hablaron y cómo se sentían.
Esta obra ha sido posible gracias a la prolífica colección de epístolas que la familia se enviaba entre sí, de punta a punta del país, o del mundo. Se percibe sin parangón la personalidad de los dos hermanos, y de la no menos importante hermana, una parte fundamental del éxito y el aguante de la aventura aérea.
A pesar de que el libro es una secuencia cronológica de todos los pasos que fueron dando los hermanos Wright hasta lograr pasar a la historia, el libro no es nada árido, y el autor se para y recrea la atmósfera, la mente y los pensamientos de los personajes en los momentos clave de la aventura. No llegaría a decir que es una crónica periodística, sino que pertenece al género de biografías, y tal y como he dicho, hasta se dibujan los personajes, como si de unas vida de novela se trataran.
La ciencia de contar historias (Will Storr)
Somos narraciones. Cada uno de nosotros es una historia, que es la que le susurra, hipnótico y meticuloso, su cerebro. El cerebro, en efecto, más que un procesador lógico, es un procesador de narraciones, un narrador de historias. Esa es su función: dotarnos de argumentos que cohesionen, doten de verosimilitud y nos ayuden a controlar nuestro entorno; y que nos hagan sentir el centro de un relato en el cual nos está reservado el papel de protagonistas.
Según Will Storr, este es un descubrimiento al que los narradores de historias y los científicos han llegado por caminos distintos. Por eso, dice, conocer cómo funciona el cerebro nos ayuda a comprender qué es lo que hace que una historia funcione y viceversa. El libro no es un compendio de normas y consejos de cómo contar historias. Se dan algunos: es bueno empezar con algo que haga que el público se sorprenda. Es bueno personalizar la historia en alguien. Ayuda emplear metáforas. Es bueno que haya tensión, que el personaje caiga en la piscina de tiburones. Pero hay mucho más. Will Storr se vale también de conceptos de antropología, de manipulaciones a las masas, de mensajes publicitarios, de historias transmitidas de generación en generación... para explicar por qué las historias son tan poderosas.
Todos somos, entonces, personajes de ficción. De las novelas y de las películas (aquí se interpretan muchas: entre otras, Los restos del día, de Ishiguro; Lolita, de Nabokov; El rey Lear, de Shakespeare; Ciudadano Kane, de Welles, o Lawrence de Arabia, de Lean) podemos aprender a mejorar ese personaje que encarnamos hasta alcanzar un progresivo grado de autorrealización y felicidad. De los experimentos y las conclusiones de los neurólogos, psiquiatras, psicólogos o antropólogos (son numerosos y divertidos los trabajos citados y comentados), que debemos aprender a desconfiar de nuestro cerebro para que no nos ciegue respecto de la gran diversidad de lo real.
La ciencia de contar historias es un estudio, por momentos fascinante, pero también es en sí mismo una historia. La historia de amor, no siempre correspondido, entre el cerebro como segmento anatómico y el cerebro como novela. Por eso uno, cuando lo lee, tiende a empatizar con los personajes secundarios, con las ideas menores, con frases sueltas o con los ejemplos que apuntalan las tesis centrales.
Historia de Shuggie Bain (Douglas Stuart)
Cualquier reseña que yo redacte, siento que no hará honor a esta gran novela del debutante Douglas Stuart.
La novela está ambientada en Glasgow en los años 80, una creciente y próspera zona minera que con la llegada de Thatcher se ve abocada al desempleo, el abandono y la desesperación. Allí vive Agnes Bain, una mujer bellísima y sin suerte que siempre soñó con alcanzar una vida mejor: una casa bonita y una felicidad que no tuviera que pagar a plazos. Cuando su marido, un taxista mentiroso y machista, la abandona por otra, Agnes se ve sola a cargo de tres hijos en un barrio sumido en la miseria y la decepción, hundiéndose más y más en el pozo sin fondo de la bebida. Sus hijos harán lo posible por salvarla, pero, obligados ellos mismos a salir adelante, acabarán por rendirse uno a uno. Todos menos Shuggie, el hijo menor, el único que se niega a ceder, el que con su amor incondicional mantiene a flote a Agnes.
Toda la obra está impregnada de una ternura, de una magia y de una inocencia tal, que es de los libros que más me ha emocionado. Pasan las semanas y los meses, y sigo saboreando la novela y recordando cómo me hizo sentir. Los personajes están bellamente perfilados, pero tanto Shuggie, el niño afeminado del que se ríen en la escuela y en el barrio, y que no encaja en ningún lugar, como su madre Agnes, esa bella mujer que ahoga sus frustraciones en alcohol y en autodestruirse, quedan como personas cercanas a uno mismo, que podrían encontrarse por la calle, cercanos y tan conocidos.
Otra vida por vivir (Theodor Kallifatides)
¿Ya está? Qué rápido se ha pasado el tiempo. Quizás con estas palabras habría terminado mi conversación con Theodor Kallifatides. Durante toda la obra, parece que el autor de origen griego conversa sus pensamientos en alto, sin interpelarnos, sin pedirnos más protagonismo del que nosotros le demos. He sentido que el escritor me habla con una luz baja, en una cafetería y con poca clientela, mientras divaga y se propone contarme una historia. La del intento de venta de su estudio de escritura, su rincón, su castillo.
A veces, en el momento de decir o hcer algo, me he sorprendido deseoso de tener un espejo para ver si lo que he dicho o hecho es correcto. Quizá finalmente ese "si" sea el precio más alto de la emigración.
A pesar de la corta longitud del libro, el autor toca temas de calado humano, la esencia de la vida, la mirada retrospectiva de alguien que ha vivido casi de todo
¿Qué vida habría vivido si no me hubiese ido de Grecia? ¿Quién sería? ¿Qué sería?
No sé muy bien qué tiene la escritura de este autor. No se adorna con lirismos, no usa grandes florituras. Tan solo frases cortas, cargadas de madurez, una voz ronca, y un ritmo en su lectura que te impulsa hasta a hacer las pausas.
Guerra (Sebastian Junger)
"Guerra" es el título de la obra en la que Sebastian Junger pasa 15 meses con un puñado de hombres en una de las zonas más hostiles de las montañas de Afganistán, en la que las emboscadas son permanentes, el estado de tensión se palpa en cada amanecer, y los tiroteos pueden llegar a ser tan comunes que los soldados norteamericanos a veces se lo toman como un divertimento. No es un libro de buenos y malos. Es un libro en el que se describe la vida de ese puñado de hombres. Cómo viven, qué comen, cómo hablan, cómo se comportan, cómo alivian sus necesidades, cómo curan sus heridas de metralla, o cómo se alienan según van pasando las semanas y los meses. Un libro bello. Un libro en ocasiones muy duro y descarnado.
La primera mitad del libro me ha parecido intachable. He percibido la atmósfera, las máscaras de cada soldado para escapar de la pesadilla en la que se ha metido, y la tensión sobre el terreno. La segunda mitad, quizás, me ha parecido mucho más reflexiva del autor, y además, coincide con menos actividad bélica sobre el terreno, lo cual lleva a otro tipo de malos sueños a los soldados.
El primer pelotón pasa treinta y ocho días sin poder ducharse o cambiarse de ropa, por lo que al final los uniformes están tan impregnados de sal que se aguantan de pie solos
Alguien lanza la pregunta de si resulta fisiológicamente posible masturbarse durante un tiroteo. Se reconoe que esto sería el non plus ultra de la masturbación, pero hay consenso al respecto: no es posible
Hace un año leí Despachos de guerra. Me encantó. Este también. No se merece 6 estrellas, pero las 5 creo que sí. Se entiende muy bien cómo funciona este tipo de avanzadillas soldados, qué sienten, o cómo se defienden del enemigo. Y cómo, parte de la venganza de estos hombres es que tras descubrir unos objetivos talibanes, envían sobre ellos toda la furia de los aviones A-10 para que arrasen con ellos. En el libro se plasma muy bien que para realizar cualquier tipo de acción, el ejército de EEUU tiene una jerarquía y burocracia muy rígida. Nadie hace lo que le da la gana. Se es responsable de cada acción de combate y cada decisión.
La guerra no es solo lo que se cuenta en los telediarios. También es lo que se vive en estas "familias" de soldados, en los que casi matar y el sentido de pertenencia al grupo resulta adictivo.
Cómo funciona el mundo (Vaclav Smil)
Totalmente revelador. Vaclav Smil describe el funcionamiento del mundo a partir de los tipos de energía y los materiales más básicos. De esa manera, estableciendo muchas cifras muy fáciles de seguir, se dedica a poner blanco sobre negro algunos de los titulares de medios de comunicación o políticas energéticas de los últimos tiempos.
¿Se puede sustituir toda la energía de un país solo con energía eólica?
¿Es el veganismo la mejor opción para ser sostenible con el medio ambiente?
¿Es lo mejor cerrar las plantas nucleares?
Uno de los libros más subrayados de mi año. Una obra para leer y releer.
Cleverlands (Lucy Crehan)
Este es un ensayo descriptivo muy interesante sobre los mejores modelos educativos del mundo. La autora es una consultora experta en educación, y dedica varios años a vivir, entrevistar y experimentar los sistemas educativos que más éxito están teniendo en los últimos años, sobre todo según los resultados de los exámenes PISA. Estos sistemas son el finlandés, coreano, japonés, chino, canadiense, singapureño...
Como persona que vive profesionalmente de la docencia, el libro me ha encantado, se lee muy fácil, y el libro está estructurado en capítulos cortos en los que se utilizan uno o dos capítulos para describir el modelo de cada país, y destacar algunas características que le han llamado la atención. La autora también da algún palo a los tests PISA y a la predominancia que han conseguido como vara de medir. Quizás también nos debiera de hacer pensar.
No voy a destripar aquí el libro, y a cualquier persona interesada en la enseñanza, le recomiendo que se lea el libro. Me ha llamado mucho la atención la postura de los padres de los alumnos en Japón, la autonomía que tienen los profesores en Finlandia, que en China algo así como el equivalente a nuestra Selectividad es primordial para encontrar una buena pareja...
No todo el mundo (Marta J. Serrano)
Hacía tiempo que no me entusiasmaba tanto una lectura sobre el amor y las relaciones. Más concretamente, sobre el fin de las relaciones. La autora Marta Jiménez me ha resultado un total descubrimiento y he acabado el libro pidiendo ¡dame más de esto!. Me ha inspirado mucho su estilo rápido, directo, su voz propia y su lenguaje actual.
En su hastío, un día se abre Tinder. Mujer heterosexual, 34 años, y una canción de Radiohead (Fake Plastic Trees); el quinto hombre que le sale en la pantalla es Marcelo, suela tl móvil como si quemase y borra la aplicación.
El libro está lleno de más de una docena de relatos sobre el principio del amor y el fin del desamor. Además, casi parece un ejercicio de clase, cada historia es única, no se solapa a las demás, cada personaje tiene su propio color, y hay un momento del relato siempre en que sientes que cambia la música de fondo, se desata el ritmo de los acontecimientos, y allá vamos.
Qué poco significan las estrellas para los demás, salvo para uno mismo. Por supuesto que a Marta le doy las 5 estrellas del libro. El último relato ha sido el que me ha dejado más confuso. Es un libro que va rápido, pide la implicación del lector, y que te sientes a escuchar lo que Marta tiene que decirte en un café en el que sabes que ella no va a parar de hablar rápido hablando de sus historias.
Quizá la que lo pone fácil, por una vez, es la madre de Verónica que, en vista de los secuenciales fracasos amorosos de su hija, ha decidido bajar el listón o acaso prescindir del listón por completo
La senda del perdedor (Charles Bukowski)
Bukowsky en esta obra describe el callejón sin salida de su entorno social, el único lenguaje es la violencia, el pisar antes de que pisen, el sudapollismo de todo lo que represente a nada superior.
Henry Chinesky, el alter ego, describe esta realidad desde la infancia, pasando por la lucha contra esa realidad, ese intentar vencer al mar con pala y cubo de playa, y termina aceptando su destino y valiéndose de él, identificándose con ser un proscrito de la sociedad, un desecho social del Estados Unidos postdepresivo del 29, donde todo estaba cargado de símbolos, desde la ropa, los roles sociales, los estatus y las castas.
Chinesky termina disfrutando y hasta aprovechándose de su entorno, de su pelelismo, de esa condena a marginalidad social a la que están condenados. Y lo hace valiéndose de un ramillete de personajes como él, donde los otros chicos solo representan amenazas a la hegemonía de macho alfa, las mujeres son un objeto sexual del que valerse, y el padre sale de casa todos los días por la mañana para fingir que tiene un empleo delante de todos.
Inolvidable.
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