Ha sido un mes un poco improductivo: los exámenes de la universidad, proyectos pendientes, y muchas otras pequeñas tareas me han tenido, como su nombre indica, atareado.
El caso es que hace unas semanas me llamaron para hablar en un podcast de la evolución de los ordenadores que juegan a ajedrez. No en vano, este año se cumplen 24 años desde la victoria de Deep Blue sobre Kasparov. Y la cosa no ha cambiado precisamente poco en todos estos años. Para empezar, por aquella época yo entrenaba a ajedrez con un Gran Maestro de mi pueblo, ahí es nada. Lo que sería si hoy en día nos encontrasemos con un jugador de Primera División de Fútbol. Pero vayamos al meollo del post.
Los juegos de mesa, y particularmente, el ajedrez, siempre han sido un medidor de la inteligencia, sabiduría y sagacidad de las personas. Es famoso el autómata llamado El Turco, quien se llegó a enfrentar a Napoleón, y hablamos sobre él en esta entrada. Posteriormente, es famoso El Ajedrecista de Torres Quevedo (1914) y el programa de ordenador que desarrolló Alan Turing en 1948. Tal y como se ve, Deep Blue no surgió de la nada, y que una máquina llegara a ganar a un ser humano llevó varias décadas.
Gary Kasparov llegó en 2016 a enfrentarse a Deep Blue, tras haber vencido cómodamente a su antecesor, Deep Thought, en 1989. Sin embargo, todo se vino abajo para el Gigante de Baku, y tras darse cuenta en la segunda partida que la máquina era más humana de lo que él pensaba, no pudo recuperarse, y terminó perdiendo el enfrentamiento.
Deep Blue realmente no sabía jugar a ajedrez, sino que tenía memorizadas millones de partidas, y según un algoritmo de evaluación de jugadas, elegía la mejor jugada para cada posición en el tablero. Hoy en día, los investigadores en Inteligencia Artificial, no llamaríamos a esto 'inteligencia', de hecho. Este acontecimiento fue similar al fin de una carrera, como la espacial. La máquina ya había vencido al humano, y este tipo de enfrentamientos místicos de civilizaciones y representatentes de cada especie en una lucha final de Hollywood, se detuvo.
Y no fue hasta 2015 y el surgimiento de los célebres algoritmos de DeepMind que ganaban a Go, que volvieron a la escena pública. AlphaGo se hizo famoso por enfrentarse a campeones del mundo de este juego, y posteriormente, DeepMind desarrolló un algoritmo mejorado, llamado AlphaZero, que era capaz de jugar a Go, shogi y ajedrez. Estos sistemas sí que aprenden a jugar a ajedrez, y no memorizan partidas, y ya varios programas informáticos son capaces de ganar al ajedrez a la mayoría de humanos.
Por esa razón, el ajedrez ahora mismo está intentando reinventarse, o responder a la tecnología. Tal y como dice Leontxo García, periodista español sobre ajedrez -también de mi pueblo-, el ajedrez necesita cambios profundos y urgentes. Hay muchos intentos de cambiar este juego, pero sin duda, uno de los que más me interesa y traigo aquí, es el de crear nuevas normas para este juego.
No es la primera vez que se intenta esta revolución. En los años 20, Raúl Capablanca propuso un nuevo ajedrez, en un tablero 10x8, con dos nuevas piezas: el canciller y el arzobispo. O Bobby Fisher, el cinematografiado jugador, propuso que las piezas de la primera línea de ajedrez tuvieran un orden aleatorio de comienzo en cada partida.
El caso es que ahora ha entrado la Inteligencia Artificial en juego, y Deep Mind está haciendo lo siguiente: están probando diferentes variaciones del juego del ajedrez, y probando la evolución y creación de diferentes aperturas, tácticas, estrategias, que generaría esos cambios a lo largo de décadas. Van a intentar decidir cuál de ellas hace al ajedrez más interesante, y para ello, contarán con otro campeón del mundo: Vladimir Kramnik. Concretamente, el Gran Maestro ha propuesto 9 variantes diferentes del juego, y AlphaZero está estudiando cómo sería su evolución a lo largo de las décadas. ¿Y sabéis cuál es el cambio favorito de Kramnik para el ajedrez? Que desaparezca el enroque.
La Inteligencia Artificial arruinó este deporte, y ahora quizás lo haga más bello. Qué burla del destino.
El ajedrez parece que necesita un lavado de cara, y probablemente, nada en esta vida haya que resista el paso del tiempo. No sé de qué edad seréis los que leeis estas líneas, pero yo, a mi edad, ya he vivido unas olimpiadas en mi país, un cambio de moneda, unos atentados terroristas que cambiaron al mundo, y ahora quizás, el cambio en las reglas del ajedrez. Ahí es nada.
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