Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

31/3/21

Newsletter - marzo 2021

La vida nos ha sorprendido. Vivimos una época desafiante. Todo es tan confuso por instantes, y el futuro parece plagado de tanta incertidumbre que desear que la vida nos sorprenda resulta un contrasentido. ¿Acaso no hemos sido sorprendidos lo suficiente? ¿Acaso no estamos viviendo lo que jamás imaginamos?

Esta noticia, vista a través del siempre recomendable y sensible @historiasytinta, debería abrir los telediarios todos los días: más de 150 personas dependientes mueren cada día esperando ayudas. Una vergüenza para nuestro país. La grandeza de un estado se distingue por cómo trata a sus ciudadanos más vulnerables.

Siguiendo en nuestro mundo distópico, la serie Novaceno, de El Confidencial, que trata sobre aspectos de la tecnología que nos afectarán en el futuro, nos sorprendía hablando de la obsesión de la sociedad china por las muñecas sexuales y prostitutas robóticas. En nuestra sociedad de lo quiero, lo tengo, y de buscar pareja, comida, viajes, y amigos a golpe de clic, esto se nos está yendo de las manos. No es de extrañar que las clases de amor y flirteo sean obligatorias en ese mismo país. El bombero pirómano.

Y hablando del futuro, un nuevo experimento socioeconómico de Renta Básica Universal culminó en California. Y según cuenta El Blog Salmón, es el experimento que mejor ha salido de todos. Y al hilo de retos del futuro, un viejo conocido: Yanis Varoufakis, quien habla de la enésima adaptación de la economía capitalista, en sus palabras, al tecnofeudalismo. Aunque ya no tenga el mismo eco y horas de cámara como en 2011, la entrevista merece la pena.

¿Alguna vez os habéis imaginado al asistente de voz Alexa, físicamente? Este anuncio de Amazon refleja esa idea, y aunque parezca que es puro marketing, siento que esta idealización de un asistente de voz y la sensación de compañía, es algo mucho más serio de lo que parece.

Y para terminar, un par de noticias de lo que yo llamo revoluciones silenciosas, o cambios que ocurren sin hacer mucho ruido. En primer lugar, a pesar de la omnipresente Tesla en los medios de comunicación y en los sitios de inversión, está perdiendo su hegemonía tecnológica. Varios fabricantes de automóvil tradicionales, y sobre todo, Volkswagen, le está ganando muchísimo terreno.

Y un horror que ya lleva ocurriendo en la industria algunos años. Los algoritmos de despido automático, como si fuera una pesadilla. Necesitamos un marco legal urgentemente. Según la asociación sindical británica, si queremos evitar llegar a la distopía laboral, los gobiernos deberán crear un marco legal que regule el uso de las inteligencias artificiales para este tipo de usos.

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30/3/21

Reseña de Drone Theory

Hacía tiempo que llevaba leyendo sobre drones y el papel que están teniendo en varios conflictos bélicos a lo largo del mundo. Si no me creéis, buscad un poco por Internet, y os sorprenderá. 

Muchos cielos están amenazados por naves voladoras no tripuladas, que a menudo disparan sin que nadie les espere, y habiendo recibido la orden de un soldado militar a miles de km de ese punto. Y a este cuento, me leí el libro Drone Theory, de Grégoire Chamayou.

 

El libro me ha gustado mucho. El autor es investigador en filosofía, y esto marca totalmente el hilo expositivo del libro.

Yo divido la obra en tres partes. En primer lugar, el autor explica desde cuándo se empezaron a desarrollar este tipo de máquinas de guerra, y por qué. Quizás sea la parte en que yo más interesado estaba. A continuación, la segunda parte es la justificación política de emplear este tipo de armas. ¿Cómo puede justificar una nación que emplea drones de manera justa frente a sus ciudadanos? ¿Es ético emplearlos a costa de conseguir 0 víctimas en ese bando? ¿Cómo justificar enfrentarse a países con menor desarrollo tecnológico que se ven arrasados e indefensos ante este arma?

En tercer lugar, y quizás la más extensa y profunda, son los dilemas éticos que presenta el uso de drones en el juego de la guerra, y las implicaciones psicológicas para todos. Alguna población que sienta drones sobrevolando sobre ellos, vive en permanente miedo, pero el soldado que tiene que decidir pulsar un botón a miles de km para matar a alguien también sufre serios problemas mentales. En el juego de la guerra, el que está dispuesta a matar, también está dispuesto a morir, pero con los drones esto se ha vuelto totalmente asimétrico, ya que aquí, el bando atacante apenas fallece. El emblema del Reaper parece que sea un aviso tétrico y de aplastamiento: que mueran los otros.

El libro, a pesar de que no llegue a ninguna conclusión, no resulta parcial, y al autor se le percibe claramente en contra del uso de drones por todas las cuestiones de superioridad militar y problemas morales que ello implica. Quizás yo me esperase un libro en el que se describiesen más acciones bélicas con este tipo de aparatos y su historia, pero no por eso Drone Theory deja de ser una obra de recomendable lectura para los interesados en estos temas.

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21/3/21

Aquellas huelgas de ascensoristas

Estaba repasando esta mañana las notas y tuits que acostumbro a tener guardados -pero nada ordenados, como en un mercadillo- y me he encontrado este mensaje de @euklidiadas:

Y como historia, me parece de lo más interesante. Los ascensores llevan usándose en los edificios desde comienzos del siglo XIX aproximadamente. Estaban impulsados por la fuerza de vapor y existían principalmente en lujosos hoteles. Lo creamos o no, al principio los ascensores daban auténtico pavor a sus usuarios. Eso de dejar su vida pendiente de un hilo no hacía ninguna gracia. Y por eso acostumbraban a ir con un mozo de ascensor -uno por cabina-, que es alguien que casi todos nosotros hemos conocido a través de películas. Además, la función de estos moz@s era la de informar qué había en cada piso, y regular la velocidad del aparato.

Al principio, estas cabinas no tenían puertas metálicas. En este contexto, pensemos en un exitoso hombre de negocios de la época que ve que el ascensor se le está escapando por muy poco. y se eleva del suelo. Corre, derrapa, y si está ágil, salta y se incorpora al trayecto ya iniciado del habitáculo. O quizás era todo un desastre y corría, se le caían todo el equipaque que pudiera llevar, caía al suelo, intentaba saltar al ascensor, se volvía a caer, y tenía un accidente, y el mozo de ascensor no podía hacer nada para evitarlo. Fue en este contexto cuando se añadieron puertas. Y más tarde, paradas automáticas, y seguridad, y automatismos. Era increíble para ser 1900. Era el coche autónomo de nuestra era.

Y fue paulatinamente modernizándose, hasta que al final de la II Guerra Mundial, la empresa Otis desarrolló el "Autotronic Elevatoring System", el cual solo necesitaba un único operario para todos los ascensores, para darle al botón de subir o bajar. Tras esa aparición, unos 15.000 mozos de ascensor de Nueva York, en 1945, secundaron una huelga que impidió ir a trabajar a millones de personas, e hizo perder al gobierno del país millones de dólares en recaudación de impuestos. La huelga demostró lo imprescindibles que eran los mozos en la economía de la época. 

La actitud de las autoridades y de las empresas fabricantes fue la de incorporar aún más tecnología a los ascensores, como el teléfono de emergencia o el botón de alarma, lo cual ayudó a los usuarios a sentirse un poco más seguros sin la presencia de un mozo de ascensor.

Tanto fue así, que más tarde hubo otra huelga, que afectó muchísimo menos al día a día de lo que lo había hecho en 1945. Y ya el golpe de gracia a este gremio se lo dio definitivamente Otis, de nuevo, al instalar un sistema de ascensores totalmente autónomo en 1950 en un edificio emblemático de Dallas.

Hoy en día, seguramente los únicos botones de ascensor en Nueva York se puedan contar con las dos manos, y tengan una función de lustre y pomposidad. 

A mí esta historia me recuerda perfectamente a las que se cuenta en el recomendable libro Innovation and Its Enemies, en el que se narran varios casos de tecnología que intentó ser frenada por algunas manos negras, pero que terminaron imponiéndose al final, por mejorar claramente la vida de los ciudadanos.

 

Fuente: Medium y NPR

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11/3/21

Reconocimiento facial y el retorno de la frenología

Hace unos años llamó la atención y saltó al debate de la esfera pública, un polémico artículo científico con el título Deep neural networks are more accurate than humans at detecting sexual orientation from facial images.

Esta investigación, liderada por Michal Kosinsky, “analizaba” diferentes perfiles y presumía de acertar la orientación sexual de los candidatos con una gran tasa de acierto.

Años más tarde, en 2021, el mismo autor volvía a la carga con otro artículo titulado Facial recognition technology can expose political orientation from naturalistic facial images; y nada más y nada menos, publicado en la revista Nature.

El artículo sembró rápidamente la semilla de la polémica y provocó una avalancha de críticas de otros investigadores que afirmaban que Kosinsky había desarrollado un algoritmo digno de un adolescente de 13 años, y que con ese artículo reivindicaba la vuelta de una idea clasificada como pseudociencia tiempo atrás: la frenología.

Medir la personalidad en función de la distancia entre los ojos, o de la nariz a la boca, o de la forma de las orejas. Ojalá. Los humanos son muchísimo más complejos y la inteligencia artificial no es un martillo para cualquier clavo. La frenología se ansía desde tiempos remotos, pero tuvo su edad de oro en la Era Victoriana, en el la que esa la fealdad o belleza de un individuo era el principal criterio de las autoridades para acusar a alguien de algún crimen violento. Quizás la frenología se vio aupada por otras ciencias que revolucionaron la investigación policial de la época, entre ellas el comienzo del uso del éter como anestésico general (1844), el inicio del empleo de las huellas dactilares en la identificación de personas (1879), el descubrimiento de los rayos X (1895)…

Volviendo a nuestro tiempo, ¿en qué consistió entonces el trabajo del Sr. Kosinsky? Recogieron imágenes de unos 75.000 perfiles de hombres y mujeres en sitios web de citas online. Posteriormente, las imágenes fueron sometidas a una red neuronal profunda para tratar de conseguir patrones a partir de esas imágenes. Tal y como advierte el activista Evgeny Morozov en su obra La locura del solucionismo tecnológico, con el algoritmo adecuado y los datos de aprendizaje precisos, todos podemos ser clasificados en un grupo cualquiera. Y eso es lo que ocurrió. El resultado con el que concluyeron es que la morfología de la cara es una herramienta válida para distinguir personas heterosexuales de los que no lo son.

En experimentos en los que se pedía a voluntarios que distinguieran entre dos fotos cuál de ellas es más probable que sea homosexual, los humanos lograron un acierto de 54% para mujeres y 61% para hombres. Mientras que ‘la herramienta’ de los investigadores tuvo un 71% y un 81% respectivamente. Sin embargo, en pruebas posteriores, con fotos extraídas de Facebook, la tasa de acierto del algoritmo descendió abruptamente. Por no hablar de los numerosos fallos desde un punto de vista estadístico que presenta este estudio, donde solo se seleccionaron personas jóvenes de raza blanca. Qué más da. Lo importante es el titular. Y a pesar de que en este texto se presenta el denominado gaydar, el artículo de distinción de ideologías políticas va por los mismos derroteros.

Uno de los mayores riesgos de la inteligencia artificial es que perpetúe los errores y prejuicios del pasado, camuflándolos bajo un barniz de objetividad. Y es este tipo de estudios los que esgrimen multitud de empresas para seguir instalando y desarrollando sistemas de reconocimiento facial de criminales, de inmigrantes, violando bajo el aura de una mala ciencia multitud de derechos humanos. No es debatible. Revisiones de más de mil artículos de investigación en psicología revelan que no se puede acertar el humor ni el pensamiento de nadie a partir de sus movimientos y rasgos faciales. Quizás llame más la atención hablar de la pérdida de empleo por robots o el advenimiento de entes artificiales tipo Terminator, pero por debajo, en silencio, se libra otra lucha, y más nos vale estar atentos. Ya que la historia ha demostrado que los derechos civiles perdidos son muy difíciles de recuperar.

 

Este artículo salió originalmente publicado en la revista de investigación, DYNA, a la que recomiendo que echéis un vistazo.
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