Max Weber fue un sociólogo, economista y político de los siglos XIX y XX. A pesar de que las disciplinas a las que se dedicó fueron varios, logró ser relevante en prácticamente todas ellas. Participó en momentos históricos muy importantes. Por ejemplo, fue asesor de la delegación alemana en el Tratado de Versalles tras la Gran Guerra.
Debido a su formación y participación en múltiples campos, hoy es recordado como el padre de las ciencias sociales modernas. Cerca del final de su vida, en 1918, Max Weber fue invitado a impartir una serie de conferencias en la universidad Ludwig-Maximilians de Munich, con el objetivo de transmitir a los estudiantes el mensaje de la carrera intelectual, como profesión y como vocación, geistige Arbeit als Beruf.
Uno de los discursos de esa serie de conferencias fue Science as a vocation, el cual se ha convertido en un discurso referencia entre los que intentamos fomentar este tipo de entusiasmos. A continuación resumo alguna de las ideas principales del discurso. Una de las múltiples traducciones al inglés que circulan por Internet está aquí.
Básicamente, el discurso se divide en dos partes. En la primera, Weber habla sobre la propia naturaleza del trabajo lingüístico: habla de las paradojas de la carrera científica, como que ser un gran líder y ser un gran profesor no es lo mismo, ya que los alumnos en muchas ocasiones se fijan más en la actuación del docente que de su contenido. O también, que la carrera está directamente marcada por el catedrático o jefe de departamento asignado, que a menudo acostumbran a tomar decisiones un tanto ilógicas, como ascender al segundo o tercer posicionado y no al mejor.
En la segunda parte, Weber asemeja el trabajo del científico con el del artista. Es decir, un artista no puede desarrollar su trabajo sin sentimiento, sin pensar en su trabajo más allá de lo estrictamente estipulado en la jornada laboral; ama su obra. Y algo así le tiene que impulsar al científico.
En la segunda parte, Weber asemeja el trabajo del científico con el del artista. Es decir, un artista no puede desarrollar su trabajo sin sentimiento, sin pensar en su trabajo más allá de lo estrictamente estipulado en la jornada laboral; ama su obra. Y algo así le tiene que impulsar al científico.
Me resulta un poco largo de ser más detallado en su contenido y creo que no lograría transmitir correctamente sus ideas principales en este artículo, así que invito al lector a hacer lo mismo que yo, y leerlo. Si buscáis en la Red, enseguida os daréis cuenta de su gran importancia.
Sin embargo, este no es el único discurso destacado en la historia de la ciencia, sino que otro que es ampliamente recordado es el del llamado Ingeniero de la Guerra, Vannebar Bush. Este era un ingeniero norteamericano, muy influyente en la Segunda Guerra Mundial, que en 1945 escribió un famoso informe titulado, Science, the endless frontier. De este trabajo ya se habló en este blog hace un tiempo.
Creo que una buena manera de terminar el año y coger fuerzas y reafirmarme en 2015 que este blog (hecho de manera libre y voluntaria) merece la pena seguir haciéndolo, es leer uno o los dos trabajos que os dejo en este artículo.
¡Feliz Año!
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