Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

9/5/20

A vueltas con el confinamiento y las vidas digitales

Me ha sido inevitable pensar las consecuencias, sensaciones, pensamientos e incluso cambios de opiniones que puede haber sufrido la sociedad durante el confinamiento que aún estamos viviendo, pero poco a poco va aflojando. Particularmente, le doy vueltas a cómo intenta la gente sobrellevar la soledad, el manejo de los nervios, el aburrimiento, el contacto con el exterior. Es de perogrullo afirmar que cada situación es distinta una de otra, y no es lo mismo vivir acompañado, solo, en un piso grande, con gente a cargo, o con la gente a cargo de ti.

No me gusta nada y no le veo sentido a hablar de que saldremos mejores personas, que esto cambiará totalmente nuestros hábitos, o que en el fin de la cuarentena se dispararán los divorcios. El futuro, aunque pueda estar condicionado por fuerzas poderosas, está por escribir.

En mi caso, echo la vista atrás, y veo que no comencé la cuarentena tal y como la voy a acabar. Si bien al principio me dediqué a desgastar los mandos de una videoconsola y a ver una serie de televisión compulsivamente, ese sentimiento del principio, donde aún pensábamos que quizás saldríamos para el 30 de marzo en España, quizás dio paso a estrategias que para mi gusto eran de más largo plazo. Y me dediqué a tener una cierta disciplina de horarios, una buena carga de trabajo, muchas lecturas, conversaciones de teléfono y cierto ejercicio físico. No descubro nada, y si tenéis alguna duda, grandes profesionales como @CorioPsi han publicado recomendaciones mucho mejores que las mías estos días.

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En estos temas estaba pensando, cuando me he encontrado la no-sorprendente noticia de que Whatsapp dispara su uso durante la cuarentena, o que la aplicación de citas, Tinder, ha batido el record de 'deslizamientos'. Y no puedo dejar de pensar en las necesarias dosis de dopamina en base a notificaciones de móvil que habrá tenido que recibir mucha gente estas semanas. Notificaciones para sentir que hay alguien al otro lado, para sentir una novedad en su existencia, y para interpretar que la vida avanza en forma de contar el número de notificaciones recibidas. Un círculo totalmente vicioso, ya que a mayor gusto por las notificaciones y esas campanillas digitales, cada vez nos sentimos con más ansiedad, dependientes y dormimos peor.





Parece que la generación de dopamina se haya convertido en el objetivo de la vida y un objeto de culto sorprendentemente muy tatuado por el mundo. Algo que se puede conseguir instalando ciertas apps, o entrando en distintos círculos de amistades online, que pueden crear el suficiente número de ruiditos y lucecitas como para que sientas que la vida no para durante la cuarentena. Hace ya unos años que Sean Parker, uno de los fundadores de Facebook, anunció en una conferencia que Facebook es un imperio que busca distraerte y darte chutes de esta molécula. Objetivo que a otros altos directivos les hacía sentir profundamente culpables del daño causado en la población, cuyo juego entre excitación, fotos, ruidos y móviles se explica magníficamente en este reportaje.


¿Cómo creéis que hubiera sido el confinamiento 15 años antes? Por mucho que haya quien bendiga y ensalce a la tecnología actual, estoy seguro que hace 15 años hubiéramos pasado el confinamiento diferente, pero no por ello peor. Me imagino a la familia reunida en torno a la televisión mucho más, haciendo juegos de mesa, usando mucho más el teléfono fijo que ahora, probablemente llamando a menos gente, y comprando asiduamente la prensa.

Estos días, muchas personas comentan que Internet y los dispositivos móviles les están 'salvando la vida'. No creo que llegue a tanto, ya que la vida la salvan otro tipo de personas, pero estoy seguro que la tecnología actual ha permitido desarrollar mucho más teletrabajo, realizar gestiones telemáticamente y estar informado sin necesidad de comprar el periódico. Quizás me equivoque. Pero sigue siendo la creación y reconstrucción de una nueva vida, monotonía y objetivos, tal y como rezaba Zygmunt Bauman en el Arte de la Vida.
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