Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

2/3/20

Las grandes ideas por sí solas, en la historia no implican grandes cambios

Existen muy diversas interpretaciones de qué es la historia. Autores como Edward Gibbon afirman que no es más que un registro de las acciones, crímenes, y alegrías de la humanidad. Por el contrario, el celebérrimo George Orwell, autor de la novela 1984, afirma que la historia y su uso es un instrumento de poder para quien la controla.

En la modesta opinión del que les escribe, la historia y la vida de las personas, no es más que una sucesión de afortunados y desafortunados azares y decisiones dentro de un contexto, que nos han llevado hasta donde estamos hoy en día.

¿Por qué la Revolución Industrial ocurrió en Inglaterra, y no en China, o en Francia? Si nos atenemos a la historia, esas regiones sobre el papel estaban mucho mejor preparados por economía, capacidad de la población y recursos que Inglaterra. En cambio, pequeñas decisiones y azares. Y uno de esos azares, fue el de la piratería.

 Corría el año 1522 cuando el pirata francés Jean Fleury se encontró por casualidad cerca de las Azores, embudo natural de las mercaderías provenientes de América, con dos carabelas españolas que traían el tesoro que Moctezuma “dio” a Hernán Cortés. Cerca de 45.000 pesos en oro, más de 8.000 kilos de plata en forma de máscaras, collares, brazaletes… y otras exquisiteces, que fueron a parar a manos de los franceses. Le sonó la flauta y la orquesta completa a un pirata vividor y mediocre, que ni soñaba con destacar. Y es que este hecho cambió la piratería durante los próximos 300 años, ya que se vio como un método muy lucrativo y asequible de hacer daño al imperio dominante de la época, España, y de paso, llenar las arcas.

Tan atractiva era la idea, que la reina de Inglaterra, Isabel I, comenzó a emitir patentes de corso a los piratas, convirtiéndolos en corsarios. Es decir, saqueadores al servicio del país que les paga. Y los resultados fueron espectaculares. En las misiones para robar a España, comandadas por el célebre pirata Francis Drake, los inversores financieros obtuvieron una rentabilidad del 4.700%. Uno de esos inversores, obviamente, era la propia reina Isabel, quien con los beneficios pagó su deuda soberana, e invirtió los excedentes en crear la Compañía de Levante en 1592, que 8 años más tarde se transformaría en la Compañía de las Indias Orientales, cuyo papel en la historia de la economía británica fue indiscutible.


Se calcula que en los 300 años de la piratería, se robó más del 15% del oro español proveniente de América. Y en ese contexto de entrada de caudales, comenzó a crearse un marco legal que favorecía el emprendimiento, y además los bolsillos llenos de ciertos mercaderes y capitalistas ingleses sirveron para crear las primeras fábricas, financiar inventos y comprar patentes.

Un ejemplo de ello lo representa Thomas Goldney II, quien invirtió en las expediciones del famoso corsario Woodes Rogers, el pirata que rescató al verdadero Robinson Crusoe (Alexander Selkirk). Por una inversión de 3.726 libras, el Sr. Goldney recibió 6.800. Un dineral para la época, y que terminó invirtiendo en los trabajos de Abraham Darby. Este hombre tuvo un papel fundamental en la Revolución Industrial, ya que desarrolló un método de producción de hierro de gran calidad, lo que supuso un gran avance en la producción de este metal como material básico para la industria.

En resumen, nuestro presente es fruto de las decisiones y azares que tomaron personas a lo largo de la historia. Puede que hubiéramos llegado al momento de la historia actual de otra manera, puede que no. Pero queda claro que no son por sí solas, las ideas científicas brillantes, como el motor de vapor de James Watt, las que hacen avanzar la historia.



Esta entrada se publicó originalmente en la Revista DYNA, la cual es una publicación científica en ingeniería

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