Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

22/9/18

Después de la margarina, vino el robo del reloj, la bombilla y hasta la cartera

Hace unos días ya os conté la maniobra legal que permitió a unos inventores holandeses robar la receta de la margarina. Hoy traigo algunos ejemplos más, tal y como adelanté.

Desde lejanos tiempos, los gobiernos han usado el mecanismo de las patentes para sus propios intereses. Los datos históricos demuestran muy poca correlación entre creación de patentes e impulso de las innovaciones. En cambio, historias como las que traigo aquí demuestran que el uso real de las patentes era como guerra comercial, creación de monopolios y robo de tecnología entre países.

Este instrumento legal comenzó en 1474 en Venecia, que empezó a premiar con derechos a los inventores y empresarios que habían creado o habían traído tecnología a Venecia. Su intención era la de atraer artesanos a la República. Fue exitoso, por lo que los países del entorno no tardaron en crear sus propias leyes de patentes. Una de las que se recuerdan como mayor acierto fue el Estatuto de los Monopolios, publicado en 1623 en Reino Unido. Hasta entonces, las patentes en ese reino las concedía la Corona prácticamente a dedo, y su posesión implicaba los derechos sobre la comercialización de la invención. Es decir, el inventor no se veía nada retribuido.

Sin embargo, esta herramienta legal ya mostró sus imperfecciones en plena Revolución Industrial, ya que por ejemplo, James Watt exprimió su famosa patente hasta su expiración para evitar que nadie más desarrollase ningún tipo de motor, lo cual provocó un freno en la evolución de esta tecnología. Y es que los monopolios sin ánimo de innovar son uno de los principales problemas de estas protecciones.

El caso es que por razones políticas o económicas, varios países han evitado tener durante bastante tiempo una ley de patentes, y sus resultados son cuanto menos llamativos. Suiza, en primer lugar, no la tuvo hasta que en 1888 publicó una ley bastante rudimentaria, y no fue hasta 1907 cuando tuvo una ley completa tal y como la entenderíamos hoy. Dinamarca daba solo 5 años de concesión de derechos y hasta 1894 no elaboró su ley. En cuanto a Holanda, abolió su ley 1869 por una victoria política a faor del libre comercio, y no la restauró hasta 1912.

Crystal Palace (Londres)


Gracias a las ferias internacionales de la época, podemos comparar los efectos de la ausencia de este tipo de leyes en estos países. Concretamente, en la exhibición de Londres de 1851 (Crystal Palace Exhibition), Suiza y Dinamarca contribuyeron cada uno con 110 innovaciones por cada millón de habitantes, mientras que la media de los países tenía entre 55 innovaciones por cada millón. También Suiza dobló al resto de países en innovaciones durante la feria de 1876 (US Centennial Exhibition). Holanda, en esa misma edición, ganó el 86% de los premios en los que competía, frente a un 46% de media de otros países.

¿Qué hacían entonces estos países para proteger sus innovaciones? Sus industrias se centraron en innovar con gran energía en sectores donde el secreto industrial era muy útil. Principalmente, fueron instrumentos científicos, procesamiento de alimentos e industria química, y se hicieron especialistas en estos procesos y artículos. De hecho, estas actividades generaron muy pocas patentes, mientras que la industria manufacturera se llevaba la mayoría de patentes.

Además de usar el secreto industrial, usaron otras técnicas menos ortodoxas. Por ejemplo, los relojeros suizos del Valle de Joux, tradicionalmente grandes relojeros, acordaron no contratar aprendices entre 1823 y 1840, e incluso muchos no dejaban entrar en sus talleres más que al equipo de trabajo de máxima confianza.


Pero aquí llega la trampa: la ausencia de ley de patentes no sólo se usó para que los trabajadores de esos países se defendieran y protegieran sus inventos, sino que también se usó para atacar a la competencia extranjera. Los mismos relojeros suizos que he mencionado en el párrafo anterior, esencialmente copiaron todos sus modelos de los relojeros británicos, que por entonces dominaban el mundo. Algo que sorprende, ya que los trabajadores de metal eran mejores en Suiza que en Inglaterra, con más experiencia.

Pero no solo en esta industria: es vox-populi que la industria farmaceútica en Suiza le debe mucho a la ausencia de patentes. En aquella época, varios inventores franceses emigraban a Suiza para poder robar patentes de sus compatriotas sin que les pudieran atacar. Es particularmente conocido el caso de Alexandre Clavel, quien en 1869 fundó Ciba AG, una empresa de tinte textil, a partir de una patente francesa. Esta empresa a la postre, terminó convirtiéndose en el actual imperio Novartis, con sede en basilea.

Curiosamente Philips, con sede en Eindhoven (Holanda) también se aprovechó de los años en que este país no tenía ley de propiedad intelectual para robar el modelo de bombilla británico.

Por lo tanto, espero que estén quedando aclaradas mis dudas sobre la eficacia de las patentes como instrumentos reales para mejorar la innovación, sino como medidas proteccionistas e incluso de ataque entre naciones.

Pero este problema se ha agravado en los últimos 30 años debido a razones geopolíticas: en 1980 la proliferación de patentes se descontroló, que es cuando Japón superó a EEUU en el número de patentes concedidas. Estados Unidos no podía permitirse que se interpretara que los ingenieros japoneses eran mejores que los suyos, por lo que cambió su sistema de patentes:
- las investigaciones académicas en las universidades son patentables
- eliminar la exigencia de demostrar que habías llevado tu idea a la práctica (puedes patentar una idea)

Fuente
De esa manera, lo que se ha conseguido es que los países se defiendan de productos extranjeros en la frontera. Es decir, pongamos que General Electric, Toshiba, Sony, tienen distintas versiones de la misma patente, pero eso no significa que hayan innovado más en el mundo.


Todo esto me lleva a pensar que habría que repensar este sistema de protección industrial, ya que no es un medio que mejore la innovación, y desde luego, usarlo como medidor de creativididad en el mundo está lejos de ser eficaz.



Fuentes

- Moser, P. (2005). How do patent laws influence innovation? Evidence from nineteenth-century world's fairs. American economic review, 95(4), 1214-1236.

- Nicholas, T. (2013). Are Patents Creative of Destructive. Antitrust LJ, 79, 405.

- Moser, P. (2013). Patents and innovation: evidence from economic history. Journal of Economic Perspectives, 27(1), 23-44.

- The patents war (2014). Documentary. https://www.youtube.com/watch?v=uM7UFEXhqwg

- The birth of a lamp factory in 1991
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14/9/18

El robo de la margarina

Hoy me gustaría compartir con los lectores una historia que me ha dado que pensar. Antes de realizar ningún comentario, vamos al lío con la crónica:


Desde finales del siglo XIX, los inventores se las han visto y deseado para que no copien sus ideas. Alguien podría pensar que para eso estaban las patentes, pero en la industria de procesamiento de alimentos, se demuestra que lo más efectivo era el secreto industrial.

Por ejemplo, la margarina se inventó y patentó por primera vez en Francia en 1867, pero se volvió rentable económicamente en Holanda, precisamente en un momento donde el país no tenía ley de patentes. Vayamos por partes: Napoleón III convocó un concurso para combatir la escasez de mantequilla que asolaba Francia, y fue un químico galo, Mège Mouriès, el que dio con la tecla.  

Pero posteriormente, dos firmas holandesas, Jurgens y van den Bergh, comenzaron a fabricar margarina en 1871, justo después de que Mouriès les dijera con total libertad cómo producir el preciado alimento, ya que estaba convencido de que la patente protegía su artículo.

Sin embargo, los holandeses desarrollaron un nuevo tipo de margarina, menos repulsiva que la francesa, y mantuvieron bajo secreto su elaboración y la exportaron a varios países. El químico francés se quedó con un palmo de narices. Años después de que las patentes de Mouriès caducaran, no había conseguido copiar la margarina de sus competidores a pesar de contratar a sus empleados y otras artimañas.

El francés no podía reclamar nada a Holanda, ya que este país carecía de ley de patentes desde 1869 hasta 1910.




Hasta aquí el final de la historia. ¿Qué os ha parecido? Según estoy descubriendo, las patentes y la propiedad intelectual han sido clave a lo largo de la historia, pero no precisamente para hacer el bien. No creo que Holanda decidiera aleatoriamente no tener ley de patentes, ya que también, durante el período en que no la tuvo, una pequeña compañía llamada Philips copió el modelo de bombilla de los ingleses, entre otros detalles. 

Y de Suiza y sus leyes también podríamos hablar otro rato. 

¿Sorprendente, no? Seguiré contando otras crónicas que me han llamado la atención.



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