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19/3/24

¿Y si pudiéramos medir el impacto de las decisiones que nos cambian la vida?

Elevándose sobre el río Hudson, en el bajo Manhattan, a pocas manzanas del emplazamiento del World Trade Center, se alza el impresionante edificio de ladrillo visto de 150 millones de dólares que alberga el Stuyvesant High School, cariñosamente conocido como "Stuy". Su reputación estelar se ve reforzada por el notable logro de que aproximadamente una cuarta parte de sus graduados consigan ser admitidos en la Ivy League u otras universidades de élite. Entre los distinguidos alumnos de Stuyvesant figuran la profesora de física de Harvard Lisa Randall, el ex estratega de Obama David Axelrod, el actor Tim Robbins, ganador de un Oscar, y el novelista Gary Shteyngart. En sus ceremonias de graduación han participado oradores de la talla de Bill Clinton, Kofi Annan y Conan O'Brien, lo que subraya su compromiso con la excelencia académica.

Más asombroso aún que la impresionante oferta académica de Stuyvesant y sus ilustres alumnos es el hecho de que no cuesta absolutamente nada asistir: es un instituto público, posiblemente el mejor del país. Esta afirmación está respaldada por un reciente estudio exhaustivo que analizó 27 millones de opiniones de 300.000 estudiantes y padres para clasificar todos los institutos públicos de Estados Unidos, y Stuyvesant apareció como el número uno indiscutible. No es de extrañar, por tanto, que la excepcional reputación de Stuyvesant se haya convertido en una obsesión para las ambiciosas familias neoyorquinas de clase media y sus hijos, que compiten ferozmente por la oportunidad de asistir a esta estimada institución y sacar provecho de su prestigiosa marca.

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Para las familias de clase trabajadora e inmigrantes de Nueva York, el instituto Stuyvesant representa un faro de esperanza, un camino hacia la movilidad ascendente y un futuro mejor. Como explicaría un inmigrante,

Si su hijo asiste a Stuy, tiene prácticamente garantizada la admisión en una prestigiosa universidad de las 20 mejores. Es una forma de que toda la familia asegure su posición económica y social.

El proceso de admisión en esta codiciada institución es extraordinariamente sencillo: para ser considerado, uno debe residir en los cinco distritos de la ciudad de Nueva York y obtener una puntuación superior a un determinado umbral en el examen de ingreso. En la decisión no intervienen recomendaciones, ensayos, admisiones heredadas ni políticas de discriminación positiva. Todo se reduce a un solo día, un solo examen y una sola puntuación. Los que superan la puntuación mínima acceden a este paraíso académico, independientemente de cualquier otro criterio.

Cada mes de noviembre, 27.000 jóvenes estudiantes de toda la ciudad de Nueva York acuden a los centros de exámenes con el firme propósito de conseguir una codiciada plaza en el prestigioso instituto Stuyvesant High School. La competencia es despiadada, ya que menos del 5% de los que se atreven con el examen de admisión consiguen entrar en este bastión académico. Las probabilidades son desalentadoras, pero para los pocos que salen victoriosos, la recompensa es una educación de primera clase y una puerta a oportunidades ilimitadas que podrían mejorar para siempre la trayectoria de sus vidas y las de sus familias.

Para los seres humanos puede ser desde entretenido hasta una autotortura plantearse hipótesis y ucronías.
¿Cómo sería mi vida si me enamorara de esa chica o ese chico? ¿Si aceptara ese trabajo? ¿Si fuera a esa universidad? Pero estos "y si..." no tienen respuesta. La vida no es un videojuego. No puedes repetirla en diferentes escenarios hasta que obtengas los resultados que deseas.

Milan Kundera, escritor checo, tiene una cita concisa sobre este tema en su novela La insoportable levedad del ser:

La vida humana sólo ocurre una vez, y la razón por la que no podemos determinar cuáles de nuestras decisiones son buenas y cuáles malas es que en una situación dada sólo podemos tomar una decisión; no se nos concede una segunda, tercera o cuarta vida en la que comparar diversas decisiones.

Sin embargo, por suerte para nosotros, el estudio de un grupo numeroso de alumnos del instituto Stuyvesant puede ofrecernos algunas pistas. Un enfoque sencillo sería comparar a todos los estudiantes de Stuyvesant con los que no asistieron. Analizando sus puntajes en AP/SAT y sus aceptaciones universitarias probablemente mostraría una ventaja significativa para los estudiantes de Stuyvesant. Sin embargo, esto no sería concluyente. Tal vez los estudiantes de alto rendimiento son atraídos a Stuyvesant en primer lugar, lo que lleva a esta correlación, no necesariamente porque Stuyvesant los hace rendir mejor. Para entender realmente el impacto de Stuyvesant, tenemos que comparar dos grupos idénticos: uno que asistió a Stuyvesant y otro con casi los mismos antecedentes, pero sin la experiencia Stuyvesant. Este escenario ideal se denomina experimento natural. La pregunta sigue siendo: ¿podemos encontrar una situación así?

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Hace unos años, un equipo de investigadores del MIT y de Duke, entre ellos Atila Abdulkadiroglu, Joshua Angrist y Parag Pathak, arrojó luz sobre el verdadero impacto de Stuyvesant. Compararon a los estudiantes a ambos lados de la puntuación mínima de admisión. Imaginemos estudiantes que no fueron admitidos por los pelos. Los investigadores compararon a estos estudiantes con los que obtuvieron una puntuación ligeramente superior y lograron entrar. Para medir el éxito, se tuvieron en cuenta las puntuaciones obtenidas en los exámenes AP, SAT y la clasificación de las universidades.

Los sorprendentes resultados reflejaban el título de su estudio: "La ilusión de la élite". Asistir a Stuyvesant High School no tuvo un efecto significativo en el rendimiento académico de los estudiantes o en las admisiones universitarias. Los estudiantes de ambos bandos obtuvieron puntuaciones similares en los exámenes AP y SAT, y acabaron en universidades igualmente prestigiosas.

Los investigadores concluyeron que el mayor rendimiento a lo largo de la vida de los graduados de Stuyvesant se debe probablemente al tipo de estudiantes que atrae, no a la educación en sí. En términos más sencillos, los estudiantes de alto rendimiento son atraídos a Stuyvesant en primer lugar, y no al revés.

La competencia por estas escuelas no parece mejorar significativamente el aprendizaje de la mayoría de los estudiantes.

No podía olvidar esta historia durante una semana y preguntarme sobre la validez y el poder de ese trabajo de investigación. Por cierto, lo encontré leyendo el muy recomendable libro "Todo el mundo miente", de Seth Stephens-Davidowitz.



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