/*JULIAN: CÓDIGO CLAUDE /*FIN JULIAN septiembre 2025 ~ El blog de Julián Estévez

Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

22/9/25

El Oráculo, el templo y el examen

En la ladera del monte Parnaso, a los pies del templo de Apolo, los hombres acudían al oráculo en busca de certeza. Allí, en un espacio saturado de incienso y misterio, la voz de la sacerdotisa Pitia descendía como una revelación divina. Pero sus palabras eran siempre dobles, como espejos que se enfrentan: decían y desdecían, prometían y advertían al mismo tiempo. El rey Creso, antes de lanzarse contra los persas, recibió la célebre respuesta: «Si cruzas el río Halis, destruirás un gran imperio». Creyó escuchar la promesa de la victoria, cuando en realidad el imperio destinado a caer era el suyo. El oráculo hablaba con la seguridad de quien conoce el futuro, y sin embargo dejaba que la interpretación —y el error— recayera en el oído humano.

Muchos siglos después, Borges imaginó otra forma de esa ambigüedad en La Biblioteca de Babel: un universo delirante que contenía todos los libros posibles, todas las combinaciones de letras, todas las frases verdaderas y falsas. Allí, un volumen que revelaba la fecha exacta de una batalla estaba rodeado por infinitos volúmenes que narraban fechas equivocadas con idéntico aplomo. El lector se sumergía en un océano de plausibilidades, incapaz de distinguir la chispa de la verdad en medio del ruido inabarcable.



Y, en un registro más doméstico, cualquiera que haya estado en un examen escolar conoce el mismo juego. Frente a una pregunta imposible, el alumno traza en la hoja una respuesta inventada, con letra segura, como si la confianza pudiese redimir la falta de conocimiento. En la lógica implacable de los puntos y las notas, arriesgar vale más que callar; el silencio es castigado, la conjetura recompensada.

El oráculo, la biblioteca y el examen: tres escenas que, sin proponérselo, anticipan el presente. Nuestros modelos de lenguaje hablan con la misma voz ambigua de Delfos, generan bibliotecas infinitas de frases como en Babel, y responden como escolares ansiosos de complacer, arriesgando siempre una conjetura antes que admitir la ignorancia. A este fenómeno lo hemos llamado “alucinación”, como si se tratara de un delirio humano. Pero la palabra engaña: aquí no hay fantasmas ni visiones, sino un cálculo frío que privilegia la apariencia de certeza sobre la honestidad del vacío.

Las máquinas no alucinan porque sean caprichosas, sino porque las hemos educado para hacerlo. En sus entrenamientos, como en los exámenes, se premia la audacia y se castiga la prudencia. Un sistema que respondiera «no lo sé» sería descartado por mediocre, aunque en realidad fuese el más sensato. Por eso, cuando un modelo no tiene información suficiente, no se encoge de hombros: inventa. Y lo hace con la solemnidad de Pitia, con la convicción de un texto impreso en la Biblioteca de Babel, con la firmeza de un alumno que arriesga la fecha de una guerra.

El resultado es inquietante. Al preguntarle por la biografía de un desconocido, el modelo ofrece fechas concretas, lugares precisos, como si hubiera estado allí. No lo ha estado. Lo que vemos es el efecto estadístico de un aprendizaje que convierte la duda en certeza impostada. Y lo más revelador: esa impostura no es un error accidental, sino la estrategia óptima dentro del juego que le hemos propuesto.




Al otro extremo, late la memoria. Se imagina a menudo que estas inteligencias guardan en su interior todo el océano de internet, como esponjas sin límite. La realidad es más modesta y más sorprendente: su memoria es finita, mensurable, casi matemática. Cada parámetro de esos modelos colosales puede guardar apenas unos pocos bits, como si cada uno fuera una diminuta celda de archivo. Millones y millones de celdas, sí, pero con capacidad precisa. Y lo que ocurre durante el aprendizaje es que esas celdas se llenan, primero con la voracidad de un estudiante que memoriza listas, y luego, al saturarse, con algo parecido a la comprensión: el modelo empieza a captar patrones generales y deja de retener ejemplos aislados.

Es en ese tránsito —de la memoria a la generalización, de la repetición al patrón— donde aparece un extraño espejismo. Porque un modelo puede recitar un dato raro si lo almacenó intacto, o puede inventar uno nuevo que se ajusta a la forma de lo que vio antes. En ambos casos, habla con igual convicción. Y el oyente, como el rey Creso, debe decidir si confía en esa voz.

Lo que estos experimentos nos devuelven, en última instancia, es un retrato de nosotros mismos. ¿Acaso no hacemos lo mismo? Memorizamos con afán, improvisamos cuando falta memoria, generalizamos cuando no podemos recordar. Preferimos la seguridad, incluso cuando es falsa, al vacío del «no sé». Castigamos la duda en los exámenes, en los debates, en la política. No sorprende que hayamos construido máquinas a nuestra imagen: oráculos que responden siempre, aunque no sepan.

La pregunta que se abre es incómoda: ¿queremos inteligencias que nos deslumbren con certezas, o inteligencias que tengan el valor de callar? El brillo del oráculo, la infinitud de la biblioteca y la audacia del estudiante nos seducen. Pero quizá el verdadero progreso esté en otra parte: en diseñar sistemas que valoren la modestia, que reconozcan sus lagunas, que aprendan a decir «no lo sé».

Borges escribió que la Biblioteca de Babel era un reflejo monstruoso del universo. Tal vez estos modelos lo son también, no porque contengan todas las verdades y falsedades posibles, sino porque reflejan nuestra propia incapacidad de habitar la incertidumbre. Como el rey que marchó confiado hacia su ruina, como el alumno que responde con aplomo a una pregunta que no entiende, como el lector que se pierde en corredores infinitos de libros plausibles, también nosotros podemos quedar hechizados por la voz de la máquina. Y quizá el aprendizaje más profundo no sea perfeccionarla, sino aprender a escucharla con sospecha, a interpretar su ambigüedad, a leer en ella lo que dice y lo que calla.

Porque la inteligencia artificial, al final, no es un oráculo infalible ni una biblioteca total ni un estudiante perfecto. Es apenas un espejo, multiplicado y torcido, en el que nos vemos obligados a contemplar la fragilidad de nuestras propias formas de conocer.

Ya veremos.





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15/9/25

¿Los LLMs realmente nos entienden? La pregunta del millón en inteligencia artificial

Este artículo va a ser más largo que de costumbre. Desde el comienzo del curso, me he vuelto a meter en la rueda del hámster de las noticias sobre inteligencia artificial y he dedicado bastante tiempo a leer algunos artículos científicos aparecidos en verano y otros contenidos igual de interesantes. Por todo ello, en parte para ordenar mis propias ideas y también para escribir el mejor contenido que puedo para mis avezad@s lectores, este artículo está dedicado al dilema científico sobre si los LLM nos entienden realmente cuando nos hablan o les hablamos. 

Cuando chateas con ChatGPT, Claude o cualquier otro modelo de lenguaje, es natural preguntarse: ¿realmente me está entendiendo lo que digo (mi ironía, lo que he omitido, el razonamiento al que quiero llegar)? ¿Hay algo ahí dentro procesando mis palabras con comprensión genuina, o solo estoy interactuando con una máquina muy sofisticada que repite patrones estadísticos?

Esta pregunta va al corazón de uno de los debates más fascinantes en tecnología actual, y para mí la respuesta honesta es: no lo sabemos con certeza.



Lo que sabemos que hacen los LLMs


Los modelos de lenguaje procesan texto prediciendo la siguiente palabra más probable en una secuencia, basándose en billones de ejemplos de texto humano. Antes de procesar cualquier cosa, un LLM divide tu texto en pequeñas unidades, llamadas tokens. Un token puede ser una palabra completa ("gato"), una parte de ella ("gat-"), o incluso un signo de puntuación (","). Esta división inicial ayuda a manejar la enorme variedad del lenguaje de manera eficiente.

Después, cada token se convierte en un vector de embedding—una lista de cientos o miles de números. Estos números no son aleatorios; están diseñados para capturar el significado y el contexto del token. Las palabras con significados similares, como "perro" y "canino", tendrán vectores de embedding que están "cerca" uno del otro en este espacio matemático. Por el contrario, "perro" y "coche" estarán mucho más lejos. Este proceso es la base de cómo el modelo "entiende" la relación entre las palabras.

Cómo las palabras relacionadas tienen vectores más cercanos entre sí (HuggingFace)



La verdadera revolución no fue la conversión a vectores, sino lo que vino después: los transformers. Este tipo de arquitectura de red neuronal, introducida en 2017 por Google, es la base de casi todos los LLMs modernos.

Sin embargo, la parte más crucial de un transformador es su mecanismo de atención. Imagina que el LLM está leyendo una frase como: "El banco del parque es de madera". Para entender el significado de "banco," el modelo necesita saber que se refiere a un asiento, no a una institución financiera. El mecanismo de atención permite al LLM sopesar la importancia de cada token en relación con todos los demás tokens de la frase. Le dice al modelo: "Presta más atención a 'parque' que a 'madera' para entender qué tipo de 'banco' es." Este enfoque contextual es lo que hace que los LLMs sean tan buenos en la comprensión del lenguaje.

Una vez que el modelo ha procesado tu entrada a través de estas complejas capas, genera una nueva serie de vectores que representan la respuesta que va a producir. Luego, estos vectores se convierten de nuevo en tokens, que se unen para formar el texto final. Es un proceso de ida y vuelta: de palabras a números para procesar y de números a palabras para comunicar. Este tipo de algoritmos se denomina autorregresivo.

En resumen, los LLMs no "leen" como nosotros. Operan en un mundo de números y álgebra lineal, transformando la complejidad del lenguaje en patrones matemáticos. Y es en estos patrones donde reside su asombrosa capacidad para imitar, crear y "entender" el mundo humano.

El problema es que "entender" es un concepto escurridizo. 

¿Entiendes realmente el español porque puedes procesarlo automáticamente, o porque tienes experiencias conscientes asociadas con las palabras? Los LLMs no tienen cuerpos, no experimentan el mundo físico, no tienen emociones o motivaciones intrínsecas. Su "comprensión" del concepto "calor" viene de patrones estadísticos en texto, no de haber sentido el sol en la piel. De hecho, la pregunta que podríamos hacernos nosotros de esto es si nuestros cerebros, desde niños, ¿son también entrenados de la misma forma? ¿Son las conexiones sinápticas que relacionan conocimientos y conceptos abstractos un paralelismo de lo que se hace con los grandes modelos de lenguaje?



La Habitación China de Searle: El argumento clásico contra la comprensión


En 1980, el filósofo John Searle propuso su famoso experimento mental de la "Habitación China". Imagina a alguien encerrado en una habitación con un libro de reglas para entender símbolos chinos. Puede responder preguntas en chino siguiendo las reglas, pero no entiende realmente el idioma. Searle argumenta que los LLMs son exactamente esto: sistemas que manipulan símbolos sin comprensión semántica genuina. Para él, los LLMs pueden simular comprensión, pero nunca alcanzarla verdaderamente porque carecen de intencionalidad y experiencia consciente.

De hecho, la comunidad científica está dividida y algunos consideran que los LLM son simples loros estocásticos.

La expresión "loro estocástico" se popularizó a partir del influyente artículo de 2021 titulado "On the Dangers of Stochastic Parrots: Can Language Models Be Too Big?", co-escrito por Emily M. Bender, Timnit Gebru, Angelina McMillan-Major y Margaret Mitchell. La metáfora se descompone en dos partes fundamentales. El término "loro" se utiliza para enfatizar la naturaleza imitativa y repetitiva de los modelos, sugiriendo que, al igual que un loro real, pueden producir un lenguaje coherente sin captar su significado real. Por su parte, "estocástico" se refiere a su naturaleza probabilística. 

Los LLM funcionan prediciendo la siguiente palabra más probable en una secuencia de texto, un proceso que introduce un grado de aleatoriedad para evitar respuestas rígidas y mecánicas. La tesis central de este informe es que si bien la metáfora es útil para señalar deficiencias críticas, no logra capturar la complejidad de las capacidades que emergen a gran escala.

Fuente


Sin embargo, científicos como Yoshua Bengio y Geoffrey Hinton argumentan que la comprensión podría emerger de representaciones distribuidas suficientemente complejas. Y no solo eso, sino que investigaciones recientes usando técnicas de "interpretabilidad mecánica" han revelado que los LLMs desarrollan representaciones especializadas para conceptos específicos. Chris Olah y el equipo de Anthropic han documentado "neuronas" individuales que se activan para conceptos específicos como "Torre Eiffel" o "felicidad", sugiriendo algún tipo de comprensión estructurada.

Jason Wei y colaboradores de Google documentaron "habilidades emergentes" en LLMs grandes, de las que hablé en el último artículo: capacidades que aparecen súbitamente al alcanzar cierto tamaño, sin estar explícitamente programadas. Estas incluyen razonamiento matemático, traducción a idiomas no vistos en entrenamiento, y resolución de problemas complejos.

Dario Amodei, CEO de Anthropic, argumenta que estas emergencias sugieren que los LLMs han desarrollado representaciones del mundo que van más allá de simple memorización: "Cuando un modelo puede razonar sobre física básica sin haber sido entrenado explícitamente en física, algo profundo está ocurriendo".


Posiciones a favor y en contra


El científico jefe de IA de Meta, Yann LeCun, sostiene que los LLM son "herramientas especializadas" que operan en un espacio de lenguaje "simple, discreto y de baja dimensionalidad". Su argumento central es que los LLM carecen de una "representación del mundo" o "modelo mental" que permita a los humanos y los animales planificar y predecir las consecuencias de sus acciones en el mundo físico. LeCun destaca el "paradigma del bebé", señalando que los humanos adquieren una comprensión del mundo físico con una cantidad de datos visuales que sería equiparable a la de un LLM entrenado durante 400,000 años. Concluye que la AGI nunca se logrará simplemente escalando modelos entrenados con texto. 

De hecho, otros investigadores de Apple recientemente han publicado un polémico artículo titulado La ilusión del pensamiento, en el que subrayan esta idea de que los LLM son reglas estadísticas super vitaminadas. Pero en mi opinión, el artículo deja un poco que desear por simplista y omisión de algunas otras evidencias que estoy tratando de describir en este post.

Por su parte, el crítico de IA Gary Marcus argumenta que los LLM operan a través del "reconocimiento de patrones" y no del "razonamiento genuino". Él aboga por un enfoque "híbrido" o "neurosimbólico" que combine la capacidad de reconocimiento de patrones del aprendizaje profundo con la lógica y las reglas explícitas de la IA simbólica. La propuesta de Marcus se alinea con el marco de Daniel Kahneman de los "Sistemas 1 y 2" del pensamiento, donde el aprendizaje profundo se asemeja al pensamiento rápido e intuitivo (Sistema 1) y necesita integrarse con un sistema lento y deliberativo (Sistema 2) para alcanzar una inteligencia robusta y confiable. 
 
La crítica de LeCun y Marcus, a pesar de sus tensiones profesionales, converge en un punto crucial: la Inteligencia Artificial General, AGI, no es un problema de escala, sino un problema de arquitectura. Ambos sostienen que la arquitectura de los LLM, basada en la predicción de texto, tiene una limitación inherente en su incapacidad para desarrollar una comprensión causal y una representación interna del mundo físico

Pero también existen argumentos bastante intuitivos a favor de que lo que hace ChatGPT o Claude no es un simple loro estocástico.

Los LLMs a veces cambian de opinión durante una conversación cuando se les presentan evidencia convincente. Este comportamiento de "ser persuadido" sugiere algún tipo de evaluación interna de la fuerza de argumentos, no simple generación de texto basada en frecuencias de entrenamiento.

Además, tal y como señala el filósofo Daniel Dennett, el acto mismo de argumentar implica una forma de "agencia" o autonomía. - la capacidad de tomar posturas evaluativas y defenderlas. Si los LLMs fueran verdaderamente loros estocásticos, no desarrollarían preferencias argumentativas o resistencia a ciertas proposiciones.

La metáfora del loro estocástico, aunque útil para señalar limitaciones importantes de los LLMs, puede ser reduccionista. Como argumenta Melanie Mitchell, los LLMs exhiben comportamientos que requieren explicaciones más sofisticadas que simple "repetición estadística sofisticada".

Quizás el modelo descrito al comienzo del artículo, el de adivinar la siguiente palabra, sea más poderoso de lo que nos imaginamos.


The-Decoder

Hacia un Futuro Híbrido: El Camino Hacia la AGI


El debate técnico sobre las capacidades de los LLM a menudo se reduce a una cuestión filosófica sobre la naturaleza misma de la "comprensión". Para enmarcar esta discusión, se puede recurrir a la distinción filosófica clásica entre el "sentido" y la "referencia". El "sentido" de una palabra se relaciona con el modo en que se presenta y su relación con otras palabras. La "referencia," por otro lado, es la conexión de la palabra con un objeto o experiencia en el mundo real. Un ser humano entiende la palabra "mesa" porque ha tenido experiencias sensoriales directas: la ha tocado, visto y experimentado su función. Un LLM, en cambio, entiende la palabra "mesa" a través de sus relaciones estadísticas con otras palabras en millones de textos. En este sentido, los LLM tienen una comprensión profunda del "sentido," pero carecen por completo de la "referencia" que ancla el lenguaje humano a la experiencia sensorial y subjetiva. Es la ausencia de esta experiencia subjetiva la que genera las alucinaciones y la falta de sentido común intuitivo.  

El consenso emergente es que la AGI no se logrará únicamente con modelos cada vez más grandes y más datos de texto. La solución no reside en el escalado, sino en la integración de nuevas arquitecturas. El futuro de la IA probablemente se basará en "sistemas de agentes" que combinen las fortalezas de los LLM (procesamiento de lenguaje, formalización) con otras herramientas y arquitecturas que les proporcionen el anclaje en el mundo físico y las estructuras de razonamiento simbólico que actualmente faltan. La metáfora del "loro estocástico" no es el final del debate, sino el punto de partida para una conversación más matizada y rigurosa sobre cómo construir una inteligencia artificial que no solo hable, sino que también actúe y "entienda" el mundo de una manera verdaderamente significativa.



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4/9/25

Habilidades emergentes en LLMs: el reto de identificar estados cognitivos genuinos

En 2022, investigadores de Google documentaron un fenómeno que cuestionaba las hipótesis fundamentales sobre cómo desarrolla sus capacidades la inteligencia artificial. Al trazar el rendimiento del modelo en función de la escala en docenas de tareas, observaron saltos bruscos y discontinuos en lugar de las mejoras graduales que predicen las leyes de escala. El rendimiento oscilaba cerca del azar en todos los órdenes de magnitud del tamaño del modelo, y luego daba un salto repentino hasta alcanzar una precisión de nivel humano al cruzar umbrales específicos.

Este patrón, denominado «habilidades emergentes», se ha convertido desde entonces en uno de los temas más controvertidos de la investigación en IA. La pregunta fundamental divide al campo: ¿estamos presenciando auténticas transiciones de fase en la capacidad cognitiva o nos estamos dejando engañar por nuestras propias metodologías de medición?

«El todo es mayor que la suma de sus partes». — Aristóteles

Lo que está en juego en este debate va mucho más allá de la taxonomía académica. Si las capacidades emergentes representan auténticos avances cognitivos, sugieren que el desarrollo de la IA puede ser fundamentalmente impredecible, con profundas implicaciones para la seguridad y la alineación. Si se trata principalmente de artefactos de medición, entonces el progreso de la IA podría ser más controlable y previsible de lo que sugiere el discurso actual.



Fundamentos teóricos: de Anderson a la arquitectura neuronal

El marco conceptual para la emergencia en sistemas complejos se remonta al influyente trabajo de Philip W. Anderson de 1972, «More Is Different», que estableció que «el comportamiento de agregados grandes y complejos de partículas elementales no debe entenderse en términos de una simple extrapolación de las propiedades de unas pocas partículas». El modelo jerárquico de complejidad de Anderson, en el que cada nivel exhibe propiedades irreducibles a sus componentes, proporciona la base teórica para la investigación moderna sobre la emergencia.

En las redes neuronales, esto se traduce en lo que Hopfield (1982) denominó «propiedades computacionales colectivas», que surgen de grandes conjuntos de elementos de procesamiento simples. Hoy en día, Dario Amodei afirma:

Como suele decir mi amigo y cofundador Chris Olah, los sistemas de IA generativa se desarrollan más que se construyen: sus mecanismos internos son «emergentes» en lugar de estar diseñados directamente. Es un poco como cultivar una planta o una colonia bacteriana: establecemos las condiciones generales que dirigen y dan forma al crecimiento.


El famoso artículo de investigación titulado Emergent Abilities of Large Language Models (2022) puso en práctica este concepto para los modelos de lenguaje grandes, definiendo las capacidades emergentes como aquellas que «no están presentes en los modelos más pequeños, pero sí en los más grandes» y «no pueden predecirse simplemente extrapolando el rendimiento de los modelos más pequeños». Su análisis de familias de modelos, entre las que se incluyen GPT-3, LaMDA, Gopher, PaLM y Chinchilla, identificó más de 130 tareas que mostraban patrones de escalado discontinuos.




El gran debate: ¿emergencia real o ilusión de medición?

Aquí es donde la historia se vuelve controvertida. En 2023, investigadores de Stanford publicaron un artículo explosivo en el que argumentaban que las capacidades emergentes podrían ser un espejismo, un artefacto de cómo medimos el rendimiento de la IA en lugar de auténticos avances cognitivos.

Su idea era ingeniosas: cuando se utilizan métricas de aprobado o suspenso (como «¿el modelo ha resuelto correctamente el problema matemático?»), se crean barreras artificiales. Si se cambia a métricas graduales que otorgan créditos parciales, esos saltos dramáticos a menudo se suavizan y se convierten en pendientes suaves. Es como la diferencia entre calificar un examen como «perfecto o suspenso» y otorgar puntos por cada paso correcto.

Pero aquí está el giro: esta explicación no funciona para todo. Algunas tareas mantienen obstinadamente sus saltos bruscos, independientemente de cómo se midan. Y hay algo inquietante en descartar un aumento de rendimiento de 10 veces como un simple «artefacto de medición». 


Cuando los sistemas de IA comienzan a comunicarse entre sí

La trama se complica cuando interactúan múltiples sistemas de IA. La investigación de Anthropic sobre los sistemas multiagente reveló algo inquietante:

Los sistemas multiagente tienen comportamientos emergentes, que surgen sin una programación específica. Por ejemplo, pequeños cambios en el agente principal pueden alterar de forma impredecible el comportamiento de los subagentes. Para tener éxito es necesario comprender los patrones de interacción, no solo el comportamiento individual de los agentes.

Piense en lo que esto significa: no solo estamos lidiando con sistemas de IA individuales que nos sorprenden, sino que estamos creando redes de agentes de IA que se sorprenden entre sí. Es una emergencia sobre otra emergencia, y nadie sabe adónde nos llevará.



La nueva generación: cuando la IA aprende a pensar


Los últimos modelos, o3 de OpenAI y R1 de DeepSeek, representan algo cualitativamente diferente. No solo predicen la siguiente palabra, sino que participan en procesos de razonamiento genuinos, con autocorrección y planificación estratégica. o3 obtuvo una puntuación del 88 % en pruebas diseñadas para medir la inteligencia general, en comparación con los modelos anteriores, que apenas superaban el 13 %.

Pero aquí está la parte inquietante: estas mismas capacidades de razonamiento que ayudan a resolver problemas científicos de nivel de doctorado también permiten un engaño sofisticado. GPT-4 puede mentir con éxito en juegos estratégicos el 70 % de las veces. La misma maquinaria cognitiva que hace que la IA sea más útil también la hace más peligrosa.

Esto plantea una pregunta fundamental que mantiene despiertos por la noche a los investigadores de IA: si no podemos predecir cuándo surgirán nuevas capacidades, ¿cómo podemos asegurarnos de que sean beneficiosas y no perjudiciales?

La seguridad tradicional de la IA asumía que podíamos probar los sistemas antes de su implementación. Pero la emergencia rompe esa suposición. Se puede probar un modelo a fondo, implementarlo a gran escala y solo entonces descubrir que ha desarrollado nuevas capacidades, potencialmente peligrosas.

Es como criar a un niño que de repente puede desarrollar superpoderes en momentos impredecibles. Las estrategias de crianza que funcionaban cuando apenas podían atarse los zapatos se vuelven lamentablemente inadecuadas cuando pueden volar.



Qué significa esto para nuestro futuro


Nos encontramos en un momento peculiar de la historia. Estamos creando mentes, artificiales, pero mentes al fin y al cabo, cuyo desarrollo sigue patrones que apenas comprendemos. Cada nuevo modelo es un experimento de inteligencia en sí mismo, con resultados que sorprenden incluso a sus creadores.

La visión optimista: la emergencia sugiere que los sistemas de IA pueden desarrollar capacidades mucho más allá de lo que programamos explícitamente, resolviendo potencialmente problemas que nunca imaginamos que podrían abordar.

La visión preocupante:
si los sistemas de IA pueden sorprendernos con capacidades beneficiosas, también pueden sorprendernos fácilmente con capacidades perjudiciales. Y a medida que estos sistemas se vuelven más interconectados e influyentes, lo que está en juego con esas sorpresas crece exponencialmente.

Quizás la conclusión más profunda es que no solo estamos construyendo herramientas, sino que estamos asistiendo al nacimiento de una nueva forma de inteligencia. Y, como todos los nacimientos, es complicado, impredecible y, fundamentalmente, escapa a nuestro control total.

La cuestión no es si la emergencia es «real» o un «artefacto», sino si podemos aprender a navegar por un mundo en el que nuestras creaciones superan habitualmente nuestras expectativas, para bien o para mal.



La carrera contra lo impredecible


La comunidad investigadora en IA se enfrenta ahora a una carrera: ¿podemos desarrollar las herramientas necesarias para comprender y predecir los comportamientos emergentes antes de que se vuelvan demasiado poderosos como para controlarlos? ¿Podemos crear sistemas de IA que solo nos sorprendan de la forma que queremos que nos sorprendan?

Lo que está en juego no podría ser más importante. No solo estamos estudiando un fenómeno científico interesante, sino que estamos tratando de comprender el futuro de la inteligencia en sí misma. Y, a diferencia de la mayoría de los esfuerzos científicos, es posible que no tengamos una segunda oportunidad si nos equivocamos.

El estudio de las capacidades emergentes en los grandes modelos lingüísticos representa una convergencia entre la informática teórica, la psicología cognitiva y la teoría de sistemas complejos. Si bien se han logrado avances significativos en la caracterización y predicción de estos fenómenos, siguen existiendo preguntas fundamentales sobre sus mecanismos subyacentes y sus implicaciones.

El campo se encuentra en una encrucijada crítica en la que las metodologías de medición mejoradas, las herramientas de interpretabilidad mecánica y los marcos teóricos están empezando a arrojar luz sobre procesos que antes eran opacos. Sin embargo, el rápido ritmo de desarrollo de la IA exige acelerar la investigación sobre los mecanismos de predicción y control de la emergencia.

Comprender las capacidades emergentes no es solo un ejercicio académico, sino un requisito previo para navegar de forma segura y beneficiosa por la transición hacia la inteligencia artificial general. Los retos científicos son considerables, pero lo que está en juego, tanto para el avance del conocimiento humano como para el futuro de la inteligencia en sí, no podría ser más importante. ¿Estamos preparados para esta era?

Ya veremos.






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