/*JULIAN: CÓDIGO CLAUDE /*FIN JULIAN julio 2025 ~ El blog de Julián Estévez

Inteligencia artificial, robótica, historia y algo más.

24/7/25

¿Quién diseña el amor? Japón, Tinder y la era de las relaciones programadas

Las famosas aplicaciones de citas como Tinder, Bumble o Hinge, prometían facilitar el amor. En cambio, lo convirtieron en una búsqueda infinita.

Tinder y sus rivales perfeccionaron el «deslizamiento infinito»: la aplicación te enseña fotos de chicos o chicas, y tú deslizas su foto a izquierda o derecha, según si esa persona te atrae o no. Un diseño que te mantiene buscando, sin conformarte. Las coincidencias van y vienen; la atención se convierte en la verdadera moneda de cambio. Cuanto más te desplazas, más anuncios ves y más rica se vuelve la plataforma.

Esta arquitectura es deliberada, y no es que precisamente favorezcan la búsqueda de pareja. Las aplicaciones gamifican el romance, impulsando bucles impulsados por la dopamina que recompensan la atracción rápida por encima de la conexión profunda. El mercado no mide el éxito por el número de usuarios que se enamoran, sino por el número de usuarios que vuelven al día siguiente.

En la última década, este modelo de negocio ha moldeado silenciosamente el romance moderno. Deslizar se convierte en un hábito, desaparecer se convierte en algo normal y la idea de «establecerse» empieza a parecer extrañamente fuera de lugar en una aplicación que vende opciones infinitas.


Y ahora, la IA del amor se convierte en política de Estado

En Japón, donde la tasa de natalidad ha caído a un mínimo histórico de 1,20 en 2023, el Gobierno decidió crear algo radicalmente diferente: un sistema de emparejamiento basado en IA que no está optimizado para el compromiso, sino para el matrimonio.

Desde 2021, más de 30 de las 47 prefecturas de Japón han puesto en marcha servicios públicos de emparejamiento que utilizan IA. El programa de Tokio, conocido como «Tokyo Futari Story», se abrió a los residentes a finales de 2024. Cobra una módica cuota y exige una verificación estricta: los usuarios deben demostrar que son solteros, confirmar sus ingresos y completar tests de personalidad.

A continuación, en lugar de mostrar perfiles interminables, la IA sugiere parejas seleccionadas en función de la compatibilidad, no solo del aspecto físico o la proximidad. Las autoridades lo describen como un «algoritmo silencioso»: uno que no optimiza la emoción, sino la alineación de valores y objetivos vitales.

La aplicación requiere 15 datos personales, como la altura, la educación y la ocupación, y una entrevista obligatoria con los operadores para garantizar la veracidad de los datos. Los usuarios deben presentar documentación que demuestre que son legalmente solteros, firmar un compromiso en el que afirman su intención de casarse y proporcionar un certificado fiscal para verificar sus ingresos anuales.

¿Los resultados? Modestos, pero reales:
    -  Ehime registra aproximadamente 90 matrimonios al año gracias a la IA.
    -  Saitama ha visto casarse al menos a 139 parejas desde 2018.
   -  Shiga, una prefectura más pequeña, ha tenido 6 matrimonios asistidos por IA en los primeros meses desde su lanzamiento.


Lo que llama la atención no son solo las cifras, sino la lógica subyacente. El Gobierno japonés quiere que los usuarios abandonen la plataforma, que eliminen la aplicación, no por frustración, sino porque han tenido éxito. El éxito se mide en bodas, no en usuarios activos diarios.

Sin embargo, el diablo está en los detalles, y el Gobierno japonés no especifica el peso exacto que tiene cada característica personal en la puntuación y no publica el modelo matemático (ni el código fuente). Lo describen como una «IA de recomendación» que busca una «alta compatibilidad», sin detallar el algoritmo.

En Reddit, el famoso foro de Internet, la reacción al servicio de búsqueda de pareja basado en IA de Japón es reveladora y sorprendentemente positiva. En los hilos que debaten sobre el programa de Tokio, muchos usuarios ven lo que las aplicaciones de citas occidentales no pueden (o no quieren) construir:

    «Una aplicación de citas sin ánimo de lucro sería estupenda... La gente se fija en el aspecto físico, pero la IA aumenta sus posibilidades de elección».

«Necesitamos un servicio de citas sin ánimo de lucro y sin bots
».



Existe la sensación de que, mientras Tinder te mantiene enganchado, la IA del Gobierno podría ayudar realmente a las personas solitarias a encontrar pareja, especialmente en una cultura en la que el exceso de trabajo y el aislamiento social dificultan las citas.

Sin embargo, la idea de que una IA creada por el gobierno moldee el amor resulta inquietante. Plantea preguntas: ¿qué pasa cuando el romance deja de ser una exploración privada y se convierte en una estrategia demográfica? ¿Estamos diseñando las relaciones que el Estado quiere —matrimonios que conduzcan a tener hijos— en lugar de las que las personas podrían elegir libremente? Sigo preguntándome si dar al Estado características tan privadas sobre nosotros mismos es una buena idea o no.

No obstante, según el gobierno, el sistema de IA de Japón es paternalista: filtra e impulsa a los usuarios hacia el compromiso. Tinder se rige por el mercado: se beneficia del deseo infinito. Ambos sistemas utilizan código para moldear el amor, pero se optimizan para objetivos opuestos: el compromiso o la adicción.


Recuerda: Tinder solo quiere que tindees (no que encuentres el amor)

Es tentador ver el emparejamiento mediante IA de Japón como un puro progreso: la tecnología finalmente trabajando para las personas en lugar de aprovecharse de ellas. Se trata del clásico optimismo tecnológico: la creencia de que unos algoritmos mejores pueden solucionar problemas profundamente humanos.

Pero el optimismo tecnológico puede cegarnos. Los algoritmos pueden empujar a las personas hacia el matrimonio, pero no pueden solucionar las causas estructurales de la soledad: la precariedad económica, la desigualdad de género o las culturas de exceso de trabajo. Corremos el riesgo de confundir un atajo digital con un cambio social real.

Incluso el algoritmo mejor diseñado conlleva sesgos ocultos y suposiciones tácitas sobre cómo debe ser el amor y qué relaciones debe fomentar la sociedad. Y cuando el amor se convierte en algo que hay que optimizar, corremos el riesgo de perder lo que lo hace humano: su imprevisibilidad, su imperfección y su libertad.

La cuestión no es si los algoritmos influirán en nuestros corazones. Ya lo hacen.

La verdadera pregunta es qué queremos que optimicen y qué partes del amor estamos dispuestos a sacrificar en el proceso.

Por otro lado, recuerda que Tinder solo quiere que tindees (no que encuentres el amor).

Ya veremos.





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