Hace unos días, leía en una famosa web de preguntas y respuestas:
El 92% de los matrimonios en Portugal acaban divorciándose.
De hecho, así lo atestigua la web Statista, encargada de recopilar estadísticas y datos de caso todo lo imaginable. Ayer, 28 de junio, día del Orgullo LGTBI+, me extraña que no sacaran a colación un dato a todos ojos, mucho más devastador que cualquier subida del tipo de interés.
Ojo, que no nos despistemos mucho, que los españoles les vamos a la zaga con el 85,5% de los divorcios, según esa misma gráfica. Dado el carácter de servicio público de este blog, traigo la solución para semejante sangría amorosa.
Alain de Botton sugería buenas frases que susurrar a ese amor:
"Quizás sea verdad que no existimos realmente mientras no haya alguien que advierta nuestra existencia, que no podemos hablar mientras no haya alguien capaz de entender lo que decimos, que no estaremos del todo vivos mientras no haya alguien que nos ame"
Y aparte de ser cariñosos y mantener viva la llama del amor, la solución a la epidemia galopante de los divorcios la tiene alguien muy habitual: el sentido común.
Yo no tenía conciencia de esa tasa tan alta de divorcios en nuestro país. Lo que sí que he oído muchas veces es la coletilla popular de que la mitad de los matrimonios acaba en divorcio. ¡Pero es que eso incluso también es falso! Y todo esto me sirve para explicar lo difícil que es contabilizar este tipo de estadísticas sociales. Pero la historia del divorcio, y cómo medirlo, sigue siendo complicada. No obstante, en las últimas décadas han sido principalmente buenas noticias.
La mayoría de la gente cree erróneamente que para encontrar la tasa de divorcios, se divide la tasa de divorcios en toda la población por la tasa de matrimonios en toda la población en un año determinado.
En 2022, por ejemplo, la tasa de matrimonios fue de 6,0 por cada 1000 personas en los Estados Unidos y la tasa de divorcios es de 2,5 por cada 1000 personas, según el National Center for Health Statistics.
Así que si divides 2,5 por 6,0, obtienes un 41,6% de matrimonios que terminan en divorcio. ¡Cerca de la mitad!
La cuestión es que dividir la tasa anual de divorcios por la tasa anual de matrimonios es inútil. Las mismas personas que se casaron en 2022 no son las mismas que se divorciaron en 2022. Entonces, al medir la tasa de divorcio de esa manera, no tienes idea de cómo cambian las tasas de divorcio entre diferentes generaciones, que es lo que necesitas entender si desea ver la tendencia de las tasas de divorcio. Lo ideal para medir la tasa de divorcio sería realizar lo que se llama un estudio longitudinal. Es decir, habría que rastrear a todos los matrimonios que se casan un año, y seguirlos a lo largo de su vida para ver cuántos de ellos se divorcian, y cuándo. Pero ese cálculo es costosísimo. Además, la tasa de divorcio del 50% es totalmente incorrecta de medir entre países, debido al tamaño de sus poblaciones.
Como solución intermedia, los investigadores recomiendan medir la tasa de divorcios según una variable que ya hemos usado en este artículo, y es ni más ni menos que el número de divorcios por cada 1000 habitantes. Esa cifra sí que es comparable entre distintas regiones. De hecho, según las últimas estadísticas oficiales publicadas en España por el INE, en nuestro país hubieron 1,9 divorcios por cada 1.000 habitantes. Una minucia si lo comparamos a esa estadística introductoria del 92%. De hecho, la cifra bien medida en Portugal se reduce a 2,4 divorcios por cada 1.000 habs.
Sobre todo esto me dio qué pensar el libro Calling Bullshit, donde explica la perversión de los datos y las gráficas, y cómo se fabrican datos para crear titulares grandilocuentes bajo la dictadura del clickbait. O quizás sea bajo la de los abogados matrimonialistas, quién sabe. Ya lo dijo alguien: "los hechos cuentan, pero las historias venden" (James Carville)